La autoestima es una de las razones clave para recurrir a la cirugía estética.
Millones de personas se han sometido a alguna cirugía estética. Fundamentalmente, estas intervenciones responden a dos razones:
- Son realizadas por prescripción médica o para “arreglar” algún defecto físico acusado. No siempre se trata mejorar o realzar la apariencia sino de una necesidad médica. Existen algunas patologías que causan afecciones solventables, en gran medida, mediante una intervención de cirugía estética. En ocasiones, se dan casos en los que ciertos defectos físicos afectan a la calidad de vida de un paciente, y someterse a una operación de este tipo es una forma de mejorar notablemente su calidad de vida.
Algunos especialistas hablan de la cirugía estética como, también, “una cirugía psicológica”
- Mejorar la autoestima. Encontrarse a gusto con uno mismo es la aspiración de muchas personas que no se sienten bien con su cuerpo, con su fisonomía, y que consideran que un cambio estético les va a ayudar a aceptarse mejor. La autoestima, al implicar seguridad, tanto en el terreno físico como en el psíquico, y no solo frente a uno mismo sino frente a los demás, es anhelada por muchos. Depara beneficios en el ámbito laboral, en el de las relaciones personales y en el de las sociales, siendo sinónimo de estabilidad, de tal manera, que algunos especialistas hablan de la cirugía estética como, también, “una cirugía psicológica”.
Pero… cuidado con las expectativas
La cirugía estética no es el único remedio para “rellenar” nuestras carencias emocionales y creer lo contrario es un craso error. Nuestras debilidades y falta de autoestima no tienen por qué desaparecer solo por un cambio en nuestra apariencia.
Aunque el resultado de una operación puede afectar emocionalmente de forma positiva al paciente, no siempre es así. Nada puede asegurarnos que vayamos a recuperar nuestra autoestima. Una cosa es intervenirse para sentirse mejor, y otra, confiar en que, tras despertar de la anestesia, vamos a dejar atrás nuestras inseguridades.
El peligro es cuando depositamos demasiadas expectativas en la cirugía sin reparar antes nuestro estado psicológico. La estética ayuda, pero si realmente se padece alguna patología psicológica o carencia emocional hay que acudir a un psicólogo para que nos ayude primero y tener claro que la estética no es un remedio infalible.
La estética en la adolescencia
Actualmente, la edad de los pacientes de cirugía estética ha descendido y muchos adolescentes recurren a ella. Como en el resto de los casos, en este rango de edad también hay riesgos que es importante conocer. Los años determinan nuestra madurez, y en el caso de los adolescentes, la personalidad está en pleno desarrollo. Antes de tomar la decisión de someterse a una intervención estética es fundamental buscar asesoramiento profesional, no solo para ellos como pacientes sino para sus padres o tutores.
Es preciso asegurarse de que se está tomando la decisión adecuada para evitar, en la medida de lo posible, que se generen problemas después, cuando ya no haya vuelta atrás. Dejarse llevar por una moda o por lo que hacen los demás no es motivo para practicarse una operación de estas características, que puede marcar a la persona de por vida. Establecer una comunicación padres e hijos y tener un asesoramiento profesional es clave en estas circunstancias.
El trastorno dismórfico
A veces, la cirugía estética se convierte en una obsesión. No es habitual pero existen casos extremos de personas que padecen el llamado Trastorno Dismórfico Corporal. Quiénes lo padecen viven de forma obsesiva todo lo referente a su apariencia física, sintiendo que siempre les desagrada. Es un círculo vicioso enfermizo del que no pueden salir porque por más que hagan para cambiar su aspecto nunca están conformes. La edad en la que suele surgir es la adolescencia, por lo que hay que tomar precauciones y conocer los motivos que mueven a un menor de edad a desear someterse a una intervención.
Consultar al especialista
En definitiva, cerciorarse de que recurrir a una operación estética es una buena decisión, asegurándose de que la salud mental y física es la adecuada para someterse a ella, supone, en todos los casos, la consulta a un especialista.
Contar con toda la información al respecto, sabiendo cuáles son las consecuencias de una operación de estas características antes, durante y después de la misma, es fundamental. No hay que tomárselo a la ligera ya que es un tema que afecta a nuestra salud psíquica y física. Ser conscientes de lo que hacemos y esperar resultados realistas es la mejor manera de enfrentarse a ello. Nadie puede cambiar nuestra forma de ser y es imposible aspirar a lo inalcanzable. Los objetivos que se han de tener antes deben ser acordes con nuestra realidad.
Por eso es tan importante, no solo el consejo e información que nos pueda facilitar el propio médico que nos va a intervenir -muchas veces es el cirujano el que pone límites al paciente, según sus necesidades y sus características físicas- sino la ayuda, en muchos casos, de un psicólogo.
D. Fernando Azor Lafarga, director de Azor & Asociados, PsicologodeCabecera.com y PsicologoAeronautico.com, cuenta con más de 20 años de experiencia. Licenciado en Psicología Clínica, con múltiples especializaciones y participación en medios, ofrece psicoterapia y asesoría pericial. ¡Descubre más sobre su trayectoria y expertise!»