Concepto 05: La impaciencia

Escucha un audioEn la vida en general es muy positivo tener metas, objetivos y luchar por ellos. Nuestra exigencia o autoexigencia puede funcionar como un motor muy positivo que nos lleve a conseguir lo que queremos y sentirnos felices por ello. Ese deseo va cargado en muchas ocasiones de ansia por conseguir nuestro objetivo en un tiempo breve, es decir de impaciencia.

La impaciencia puede ser el combustible para querer medir nuestras capacidades. Puede ilusionarnos potenciando el querer probar cosas, pero si se nos va de las manos podrá ser responsable de elevados niveles de ansiedad, angustia, e incluso de sentimientos de peligro sin ninguna causa clara que lo justifique. Aquí surge una pregunta. Si la impaciencia es un motor para ser feliz, entonces ¿cuándo puede llegar a ser un problema?

Se puede ser feliz pero tener niveles de ansiedad física y emocional que reduzcan la calidad de vida de la persona que la padece. Se puede ser impaciente por ejemplo deseando caer bien, al querer una respuesta a una pregunta, al querer certezas sobre situaciones que no dependen de uno mismo, al querer responder rápido a algo, al querer que el otro se calle rápidamente para poder dar nuestros argumentos, al querer que finalice una conversación, un trabajo, saber ya el diagnóstico tras la realización de unas pruebas médicas… La verdad es que son muchas las situaciones que a lo largo de un mismo día pueden estar detrás de nuestra ansiedad.

Es bueno que reflexionemos sobre nuestras prisas, ya que aunque no son las únicas razones por las que la ansiedad puede aparecer, ésta es una de las causas más frecuentes.

 

 

La impaciencia no es mala, lo malo es no saber gestionarla. Si domina la vida de una persona repitiéndose a diario, y cronificándose en el tiempo, lo que era una buena razón para levantarse se puede convertir en un estado de angustia constante. No nos olvidemos que tras la impaciencia suele estar la tendencia a ser exigente y el deseo de alcanzar metas, a menudo sin pensar en si son razonables o si el coste será excesivo. Hay que pararse y de vez en cuando “obligarse” a retrasar el momento de conseguir nuestras metas. Probablemente será menor el malestar por posponer, que la angustia por conseguir algo inmediatamente.

 

 

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