Desde que las redes sociales irrumpieron en nuestras vidas, la palabra followers o hater forma parte de nuestro vocabulario. Los haters u odiadores, son esos personajes virtuales que, protegidos por el anonimato, enfocan todas sus críticas e ira hacia una persona o una opinión en concreto. No tienen piedad, la crueldad les define e incluso se pueden llegan a obsesionar con alguien y volcar en él o en ella, de una manera continua, toda su cólera. Realmente no es agradable encontrarnos con ellos mientras navegamos por internet. Son pesados, e incluso pueden quitarnos las ganas de seguir disfrutando de las redes sociales.

Los especialistas en delitos informáticos, aconsejan no responder a un odiador, cuanto más caso el hagamos más crecerá su ira. Basta con bloquearlos, o denunciarlos dentro de la misma red social donde suceda el problema.

En realidad no nos enfrentamos a nada nuevo. Este tipo de personas siempre enfadadas, y llenas de odio, han existido desde que el mundo es mundo. La ira es tan natural en el ser humano como respirar y comer, las consecuencias de la misma serán preocupantes dependiendo de la intensidad y frecuencia con que aparezcan los brotes coléricos.

 

¿Puede convertirse la ira en patológica?

La ira es una emoción que se desencadena ante una situación determinada, es decir, tiene carácter adaptativo. Nos enfadamos cuando nos encontramos con muchos obstáculos en el camino, alguien se comporta mal con nosotros, o nos equivocamos en alguna decisión. Lo lógico es sentir rabia y frustración, el problema surge cuando la expresamos en exceso y de manera violenta o agresiva. Luego la respuesta a la pregunta sería sí, puede convertirse en patológica cuando la utilizamos como respuesta ante cualquier nimiedad, y quizás nos estemos enfrentando a un trastorno explosivo intermitente (TEI).

 

odiador

 

Trastorno explosivo intermitente (TEI).

Para que el especialista diagnostique este problema, la persona debe haber sufrido al menos tres episodios graves de ira. Quienes padecen este trastorno sufren brotes incontrolados, que terminan erosionando sus relaciones sociales y laborales. Estallan ante la más mínima frustración, situaciones que a cualquiera de ustedes no le ocasionaría demasiadas molestias, para estas personas se convierte en el detonante que les hace explotar. Pueden llegar a dañar físicamente a quienes les rodean, e incluso a sí mismos, y tampoco es raro que destrocen objetos

El no ser capaces de controlar estos impulsos, y no sopesar las graves consecuencias que puedan traer, hacer que se sientan muy culpables una vez finalizado el episodio. Los brotes suelen durar alrededor de media hora y mientras se producen o antes de explotar, el afectado puede notar los siguientes síntomas:

  • Aumento de energía
  • Temblores
  • Sensación de opresión en la cabeza
  • Hormigueos
  • Irritabilidad
  • Saña
  • Sensación de opresión en el pecho

Cuando finaliza, suelen sentirse agotados, tristes, y cómo ya hemos comentados antes, bastante culpables por no saber controlarse. Aunque en algunos casos, se ha descubierto que el afectado siente placer cuando estalla, y le hace sentir importante el miedo que provoca en los demás sus reacciones. Poder controlar la voluntad de su entorno, para algunos de los que padecen el TAE, se convierte en un arma muy poderosa.

 

¿Cuáles son las causas del trastorno explosivo intermitente?

Parece ser que a partir de los 7 años comienzan a vislumbrarse los primeros síntomas, que se agudizan durante la adolescencia. Los hombres suelen padecerlo más que las mujeres. Se considera que, un porcentaje muy bajo de los jóvenes que experimentan este tipo de ataques, son tratados por un especialista. Su rápido diagnóstico es indispensable para poner remedio a situaciones violentas que todos lamentaremos en un futuro. Pero… ¿por qué se produce este trastorno?

Existen diversos motivos:

  • La genética. El trastorno pueden ser transmitido de padres a hijos.
  • Un nivel bajo de serotonina en el cerebro, también podría ser una de las causas del TAE
  • Es posible que sea cultural. Si los hijos ven cómo la ira y violencia es usada de manera reiterativa en sus hogares, es fácil que ellos acaben haciendo lo mismo. Es un comportamiento aprendido.
  • Ingestión de alcohol y drogas.

Antes de diagnosticar el trastorno explosivo intermitente, el especialista se asegurará de que los brotes no sean un síntoma de otra enfermedad.

 

Tratamiento del trastorno de agresividad permanente

Para controlar este problema se utiliza tanto medicación como psicoterapia. Los medicamentos que se suelen recetar son:

  • Estabilizadores del estado de ánimo, para controlar la agresividad.
  • Antipsicóticos, en algunos casos. Aunque los especialistas no consideran positivo utilizarlo durante un largo periodo de tiempo.
  • Antidepresivos, con intención de reducir la irritabilidad y que el estado de ánimo de la persona mejore en general.

Con respecto a la psicoterapia, la más recomendable es la cognitivo-conductual, la cual enseña a identificar los pensamientos agresivos, neutralizarlos, y cambiarlos por otros positivos. Es imprescindible que el individuo, entienda y se comprometa, a adquirir nuevas habilidades sociales. Estas le servirán de apoyo para prevenir los episodios de ira, o a enfrentarlos de la manera más racional posible. Las técnicas de relajación se convierten también en indispensables para ayudarles a controlar sus impulsos violentos.

Es importante que los familiares de estas personas también acudan a terapia. Deben saber a qué se enfrentan, y conseguir las armas necesarias para saber cómo comportarse ante estos episodios de ira. Además de ayudarse a sí mismos, ante una situación tan complicada de vivir. Muchas veces nos olvidamos, pero la salud mental es tan importante como la física.

 

 

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