Cuando nos sentimos inseguros, cuando estamos esperando un desenlace que no acaba de producirse, es fácil que busquemos en nuestro entorno indicios sobre lo qué va a pasar y si tendrá consecuencias negativas evitables. A menudo, desde un detalle, desde un dato, buscamos saber qué es lo que hay detrás.
Por ejemplo, ver que llegamos tarde al trabajo puede agobiarnos mucho. Puede hacernos temer que si pasa en más ocasiones puedan acabar echándonos. La realidad es que aunque sólo se llegue tarde ese día, puede sentirse como el principio de una cadena, o incluso como el retraso que precipitará el despido. En este caso, “la parte” sería el llegar tarde, y “el todo” sería el despido. El malestar en este caso puede ser muy elevado si confundimos “la parte” con “el todo”. Cuanto más temamos que nos echen o que nos valoren mal, o tener una enfermedad… más fácil es poner los medios para evitarlo, pero también aumentará la intolerancia y el bloqueo ante situaciones menores que no tienen que suponer ningún riesgo. Es decir, ante más inseguridad, mayor tendencia tendremos a confundir “la parte” por “el todo” amenazante.