La autoestima no es valer más o menos, la autoestima es querernos o no querernos. Como dice la palabra, es lo que nos estimamos. Podemos valer mucho, tener muchas habilidades y sin embargo tener una autoestima baja porque no le damos un valor positivo a lo que somos o lo que podemos hacer.
Uno de los grandes enemigos de la autoestima es la autocrítica destructiva. Es positivo que hagamos autocrítica cuando hay problemas que no podemos solucionar o cuando cometemos errores, pero si esa crítica no es constructiva, si va cargada de afirmaciones del tipo “soy un desastre, no valgo nada”, al final no aprenderé de mis errores y destrozaré mi autoestima.
Si nuestra autoestima es baja nos sentiremos inferiores a los demás, inseguros ante los diferentes retos o situaciones que se nos presentan y finalmente nos sentiremos tristes. Por eso es que las personas con baja autoestima pueden acabar sufriendo estados de ansiedad y depresión.
La autoestima no es gratuita, hay que luchar por ella, hay que fomentar situaciones que favorezcan su desarrollo, pero sobre todo hay que aprender a interpretar las situaciones. La autoestima baja puede en gran medida favorecer una percepción del mundo distorsionada. Los hechos son objetivos pero no la vivencia que tenemos de ellos. En muchas ocasiones no podemos cambiar las circunstancias pero sí la forma de interpretarlas. Probablemente a todos nos gustaría ser vigilantes de la playa: cuerpos bonitos y bronceados, todos los días tumbados al sol… Por desgracia esas no suelen ser nuestras circunstancias; ahora bien, si nos centramos en lo que no tenemos en vez de en lo que sí tenemos, en lo negativo en vez de en lo positivo, nuestra autoestima se verá seriamente dañada.
Es muy importante revisar y valorar lo que sí tenemos y reconocernos nuestras cualidades y capacidades positivas.