Es importante ajustar nuestras expectativas de una forma realista, lo más objetivamente posible. En ocasiones nuestra exigencia nos hace plantearnos unas expectativas demasiado elevadas y por lo tanto muy difíciles de alcanzar.
Cuando necesitamos conseguir algo, por ejemplo un trabajo, podemos generar unas expectativas de tiempo o de tipo de empleo, que puede generarnos malestar si no se cumplen. O por ejemplo, si estamos vendiendo nuestra casa y ponemos un precio de venta muy superior a lo que establece el mercado, nos sentiremos muy mal cuando no se venda y no entenderemos las razones del porqué.
Cuanta más distancia haya entre lo que queremos conseguir y lo que realmente tengamos o seamos capaces de alcanzar, más inquietud e incluso tristeza se puede producir. Es por esto que debemos ajustar nuestras expectativas a las situaciones reales que estamos viviendo.