Concepto 23: Somatizaciones

Escucha un audioEn el día a día es muy común llegar a padecer síntomas de tipo físico tales como dolores de estómago, de tripa, de cabeza y en ocasiones incluso migrañas. Estos síntomas son en la mayor parte de los casos consecuencia de estados de ansiedad o de angustia mantenidos en el tiempo a raíz de problemas más o menos cotidianos. Además de estos síntomas que quizás puedan ser lo más habituales, existen otros síntomas y problemas que pueden aparecer o pueden favorecerse como resultado de un estado de ansiedad como son: hipertensión, taquicardias, caída del pelo, herpes, aftas bucales, eccemas cutáneos, erupciones en la piel, náuseas y vómitos, diarrea y estreñimiento, aumento de gases, dolores de espalda, aumento del colesterol, sensaciones de mareo, vértigos y sudoración copiosa de manos entre otros.

Llegados a este punto quizás parezca algo complicado poder justificar tal relación. Para entenderla habrá que intentar analizar cómo funciona la respuesta de defensa natural que el organismo produce ante las agresiones: nuestro cuerpo no diferencia entre agresiones físicas o psíquicas, externas o internas, simplemente se pertrecha para poder salir indemne de un ataque. En realidad, el tipo de protección que ponemos en marcha ante una amenaza es la misma que ponían nuestros antepasados cuando eran amenazados por posibles depredadores.

 

 

Todas las respuestas físicas que se producen preparan al organismo para luchar o salir huyendo. Así, cuando nos activamos, aumentamos la tensión muscular, aumentamos la frecuencia cardiaca para llevar más alimento a nuestros músculos, se bloquea la digestión y la secreción de orina debido a que en un estado de alarma son funciones menos relevantes para la supervivencia, se segrega adrenalina, aumenta el colesterol puesto que ha de consumirse (aparentemente) en breve, y se suda más para refrigerar mejor los músculos del cuerpo ya que al fin y al cabo nos pueden salvar la vida. Todo esto en realidad “para nada”, resulta que en la mayor parte de las ocasiones no nos persigue ningún león hambriento, sino que no queremos quedar mal con un amigo, llegamos tarde al trabajo, tememos perder el trabajo, algo nos parece injusto…

 

 

Si el estado de alarma no dura más de unas horas no tendremos apenas efectos secundarios, pero si es mantenido, poco a poco comenzarán a producirse somatizaciones e incluso trastornos psicofisiológicos. Pongamos un ejemplo gráfico: imaginemos un atleta preparado en la salida para correr los cien metros lisos, imaginemos que el juez  comienza el “preparados…listos…” y en ese momento decide irse a dar una vuelta de un par de días, evidentemente el corredor se queda con la idea de que en cualquier momento le darán la señal de inicio. Pues eso es lo que hace el organismo ante los agobios mantenidos y cotidianos, se mantiene alerta con las consecuencias físicas que este estado conlleva. Y como consecuencia de esta activación, y en función de la predisposición de cada uno, podremos presentar unos síntomas u otros.

 

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