En los últimos años el acoso escolar se ha hecho más y más frecuente. Aunque es algo que siempre ha existido, han aparecido nuevas formas de perpetrarlo, en gran medida debido al crecimiento de las nuevas tecnologías. Esto ha propiciado nuevas variantes de acoso como el sexting o el happy slapping. Por suerte, también está aumentando la sensibilidad hacia este tipo de problemas, tanto en los colegios como en las familias. Por eso es importante ayudar a las familias a detectar un posible acoso hacia sus hijos.
Acoso escolar, bullying o maltrato entre iguales
Bullying es una palabra que deriva del término en inglés “bully”, que significa “matón”. En español se utiliza para referirse al acoso escolar o maltrato entre iguales. El bullying se suele definir como un maltrato continuado (ya sea mediante agresiones físicas, verbales o psicológicas) que se lleva a cabo entre alumnos o jóvenes de edades similares.
Suele implicar intimidación, amenazas, abusos, etc., hacia otro menor durante un tiempo significativo y duradero, incluso durante años. Frecuentemente ocurre en zonas donde no hay adultos, como el recreo o los pasillos del colegio, aunque puede extenderse a lugares fuera del centro escolar.
Podemos identificar algunas características que suelen darse en el bullying:
- Desequilibrio entre el acosador y la víctima. Suele existir una diferencia significativa en ciertos aspectos como la fuerza, la edad o la popularidad entre ellos. De esta forma, el acosado suele estar en inferioridad de condiciones frente al acosador.
- Desprotección de la víctima. Siempre se encuentra acosada, intimidada e indefensa y apenas tiene formas de defenderse frente al acosador.
- No hay provocación por parte de la víctima. Esto significa que la víctima nunca ha hecho ni hace nada que pueda explicar o desencadenar las conductas de acoso hacia ella, ni existen problemas previos entre ellos que hayan podido provocarlo.
- Pasividad del entorno. Suele existir una actitud, tanto de compañeros como profesores o adultos en general, de considerar el acoso como algo sin importancia o “cosas de niños”. Sus compañeros pueden adoptar esta actitud debido al miedo a defender a la víctima y que el agresor se vuelva contra ellos. Además, puede existir un entorno cómplice, sobre todo por parte de alumnos, que aprueban y fomentan el acoso.
- Persistencia en el tiempo. Todo el acoso se lleva a cabo durante un tiempo considerable, de forma sistemática y continuada.
Las víctimas de acoso suelen acabar teniendo problemas psicológicos de forma más frecuente que el resto de personas. Sufren problemas como estrés postraumático, depresión, problemas de conducta, insomnio, etc. Precisamente algunas de estas consecuencias que suelen sufrir pueden aportarnos algunas pistas para detectar más rápidamente este tipo de situaciones.
Indicadores para la detección del acoso escolar
En general, uno de los indicadores que nos pueden señalar la existencia de algún tipo de problema, es que detectéis que ha habido un cambio significativo y duradero en el comportamiento habitual del menor, y que no sea atribuible a alguna causa conocida. El niño puede negarse a hablar del colegio o a ir directamente, a pesar de que antes lo hacía sin problema, y, además, pueden asegurar que les duele la tripa, la cabeza o que se encuentran mal, y cuando saben que ya no van a ir, vuelven a sentirse bien. También pueden llegar a casa con moratones o lesiones físicas de las que no hay una causa justificada o las explicaciones que dan los niños no son muy creíbles.
Concretamente para los niños más pequeños podemos fijarnos en varias cosas:
- Cambios durante el juego. Muchas veces los niños rechazan los juguetes que antes le gustaban o juegan de forma diferente, incluso de forma agresiva o destruyéndolos.
- Conductas propias de edades más tempranas. A veces se vuelven excesivamente dependientes o aferrados a los padres, se chupan el dedo o se hacen pis.
- Ya no les invitan a cumpleaños o acontecimientos especiales con otros niños de su edad.
- Empiezan a acosar y agredir a sus hermanos menores.
En el caso de niños más mayores tendríamos que observar otros aspectos, aunque hay que tener en cuenta que, en el caso de adolescentes, a veces estos indicadores se pueden dar de forma aislada y puntual, pero no de forma continuada y recurrente:
- Pueden llegar a casa habitualmente con objetos personales rotos y directamente “perdidos”. Esto puede pasar con estuches, libros o incluso la ropa.
- Piden dinero continuamente y si no se les da tienen reacciones muy intensas y exageradas.
- Suelen tener problemas para dormir, y necesitan la presencia de un adulto y dejar luces encendidas para tranquilizarse y poder dormir. Además, tienen pesadillas frecuentemente.
- Si tiene algo de sobrepeso, puede negarse a comer o tener manías y cambios en la alimentación, sobre todo en el desayuno.
- Los niños que fuesen sociables, alegres o calmados, se vuelven retraídos, deprimidos o irritables. Además, suelen pasar mucho tiempo solos y no salir apenas a la calle.
- Hacen directamente afirmaciones muy negativas sobre sí mismos como: “No sirvo para nada” o “No hago nada bien”.
- El rendimiento en el colegio se ve muy afectado de forma repentina, se concentra mucho menos, está desmotivado, etc.
En cualquier caso, siempre está bien tratar de mantener una comunicación abierta y fluida con ellos, lo que facilitará aumentar su confianza, y en el caso de que ocurra una situación como esta, será mucho más fácil de detectar e intervenir.
Psicólogo general sanitario
Graduado en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid.
Máster en Psicología General Sanitaria por la Universidad Europea de Madrid.
Especialista en Terapia Cognitivo-Conductual en la Infancia y Adolescencia por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
Máster en Intervención Multidisciplinar para Trastornos Alimentarios, Trastornos de la Personalidad y Trastornos Emocionales por la Universidad de Valencia.
Colegiado M-31888.