Un demencia se caracteriza por  deterioro de las capacidades intelectuales,  con los requisitos de que este deterioro sea adquirido (descartando así los retrasos mentales congénitos o de la infancia), progresivo (empeore en el tiempo) y crónico (dure más de seis meses), y lo que es más importante, que dicho deterioro origine desadaptación social. La demencia  es considerada como un síndrome, es decir, un conjunto de síntomas que definen una enfermedad, y  que puede tener múltiples causas, no siendo necesario que se den todos los síntomas en una persona.

Es importante establecer la diferencia entre normalidad y enfermedad. La mayoría de las demencias tienen su inicio en la vejez, cuando existe un deterioro propio de la edad. Sin embargo este declive es bastante heterogéneo y muestra diferencias importantes entre sujetos, lo que impide establecer un patrón definido de “envejecimiento cognitivo normal”.

Normalidad y enfermedad

En los ancianos sanos, sin enfermedad neurológica ni otras enfermedades crónicas importantes este deterioro cognitivo es pequeño y sólo es detectable con tests psicométricos complejos, sin que afecte a su vida diaria. Hay otros sujetos, que muestran un declive cognitivo algo más acusado, con cierta repercusión clínica, que suele afectar sólo a un área cognitiva, fundamentalmente la memoria, o afectar a varias funciones, pero con mínima interferencia en su vida cotidiana y que no cumple criterios de demencia (no crean desadaptación social). Para  referirse a estos defectos cognitivos apreciables clínicamente pero que no alcanzan el grado de demencia se utiliza el término genérico de deterioro cognitivo leve.

Cuando las alteraciones intelectuales son tan evidentes que originan problemas para que la persona se relacione socialmente de una manera adecuada, además de que el curso sea progresivo y crónico, podremos hablar de demencia.

 

demencia

 

Para la  evaluación de un paciente con sospecha de deterioro cognitivo, se deben integrar los datos referentes a las funciones mentales con datos  funcionales (autocuidado y actividades ocupacionales y sociales del paciente).

Síntomas de la demencia

Aunque la pérdida de memoria es el síntoma clave que todos tenemos en mente a la hora de detectar un deterioro cognitivo; sin embargo hay otros síntomas que bien pueden ser el inicio de la enfermedad o bien pueden ir apareciendo en el curso evolutivo, y a efectos prácticos, los podemos dividir en tres grandes grupos:

  • Síntomas cognitivos: Trastorno de memoria (incapacidad para aprender nueva información o recordar información previamente aprendida); afasia (pérdida de la capacidad para comprender palabras); apraxia (pérdida de la capacidad para realizar tareas complejas que involucren coordinación muscular, como caminar); agnosia (pérdida de la capacidad para reconocer y usar objetos familiares) y disfunción ejecutiva (pérdida de la capacidad para planear, organizar y ejecutar actividades normales).
  • Síntomas funcionales: Incapacidad para el autocuidado, o para el desarrollo de las actividades ocupacionales y/o sociales del paciente y que suponen un empeoramiento respecto a un nivel de funcionamiento previo.
  • Síntomas psicológicos y conductuales: Trastornos de la percepción, del contenido del pensamiento, del humor o de la conducta que frecuentemente ocurren en pacientes con demencia. Estos síntomas suelen producir un impacto mayor que los cognitivos ya que disminuye la calidad de vida del  paciente, es una de las principales causas de sobrecarga en los cuidadores y producen un notable incremento de los costes asistenciales.

La prevalencia de cada uno de ellos dependerá de la fase de la demencia en la que nos encontremos.

El diagnóstico de la demencia es clínico, es decir no hay ninguna prueba analítica ni de imagen (TAC, RMN, SPECT, PET) que nos dé el diagnóstico de demencia, aunque sí son útiles en el diagnóstico diferencial con otras patologías y orientar en la tipología de demencia. En la actualidad contamos con distintos criterios operativos establecidos por comités de expertos y organizaciones científicas tanto para el diagnóstico de demencia, como para la clasificación de su tipo e intensidad.

Instrumentos de medida de la demencia

En las últimas décadas se han diseñado multitud de instrumentos de medición  de la situación cognitiva, que se utilizan para  evaluar “cuantitativamente”  el estado mental de forma rápida y orientativa.

El MEC (Lobo, 1979)  es el test más utilizado en España para la mayoría de trabajos sobre valoración cognitiva del anciano. Evalúa orientación, memoria inmediata y diferida, atención y cálculo, lenguaje y capacidad visuconstructiva, siendo útil tanto en el diagnóstico como en el seguimiento del paciente. Se ha comprobado que está influenciado por el nivel cultural, grado de escolarización  y edad muy avanzada. Existen test que se administran al cuidador principal del enfermo y no al propio enfermo, como la Versión española abreviada  del IQCODE.

Según los resultados de los principales estudios realizados en España, la prevalencia de  demencia en mayores de 65 años  varía entre el 5-10 %.

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Por lo general, se admite que la forma más frecuente de demencia en los países occidentales es la enfermedad de Alzheimer y supone dos tercios del total de demencias (50-65%). A continuación, se encuentran la demencia con cuerpos de Lewy (10-30%), la demencia vascular (10-20%), la demencia frontotemporal (8%) y la asociada a la enfermedad de Parkinson (0’5%).

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