El llanto es la manera en que el bebé se relaciona con el mundo que le rodea, tras salir del útero materno. Así pues es su manera de comunicar sus necesidades y deseos. Sin embargo hay diferencias individuales ya desde el nacimiento ¿por qué unos niños son más llorones que otros? ¿podemos contribuir con nuestro comportamiento a que deje de llorar? ¿Cómo poder identificar sus necesidades? ¿es conveniente atenderle lo más rápidamente? ¿es bueno dejarle llorar?. Vamos a intentar dar respuesta a algunas de estas preguntas.
¿Por qué llora un bebé?
El llanto es la manera de interacción y comunicación del bebé con su entorno. Es La forma que tienen para expresar aquello que necesitan y que no consiguen satisfacer por ellos mismo, es su manera de pedir ayuda: cuando tienen hambre, sueño, está mojado…; de “protestar” ante un entorno o situación que les incomoda: ruido, calor, frío…; es su manera de desahogarse: si está nervioso, tenso, molesto.
Así pues, puesto que es la única manera de expresarse, es importante que busquemos la manera de comprender y manejar el llanto, como vía de maduración de la personalidad de nuestros hijos. Durante los primeros meses de adaptación del bebé a la vida fuera del útero materno, el llanto será más frecuente. Poco a poco el niño irá encontrando otras maneras de interacción, que es importante que los padres vayamos facilitando para que el llanto se vaya controlando.
Las causas más frecuentes de llanto en el niño son:
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Hambre: En este sentido las diferencias individuales son grandes; durante los primeros meses principalmente, tendremos que permanecer atentos a las necesidades específicas de nuestros hijos más que a los horarios preestablecidos.
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Incomodidad: el niño no está cómodo ya sea por una postura, una ropa, la temperatura que le rodea, los pañales sucios… Es importante que revisemos estos parámetros tras el llanto del niño para que encuentre comodidad y bienestar.
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Sueño: Cuando los niños no encuentran la postura adecuada, o las condiciones óptimas para el sueño, suelen “protestar” antes de quedarse dormidos
Existen ya en el bebé sensaciones de aburrimiento, nerviosismo, soledad, sobreexictación, que nos pueden parecer precoces, pero que se dan en los niños y así lo transmiten con su llanto: buscan que se les coja en brazos, se les estimule o jueguen con ellos, o por el contrario que se les deje tranquilos.
Los cambios bruscos en el ambiente por ruidos intensos o sonidos bruscos ( gritos, música elevada, el teléfono, la aspiradora…) , pueden asustarle, sobresaltarle y desencadenar el llanto.
Tipo de llanto
Aunque la descripción no resulta fácil y de nuevo se presentan grandes diferencias individuales los llantos más típico podrían ser:
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Hambre
El llanto del hambre se caracteriza porque es poco agudo, se inicia de manera gradual, irregular y va tomando fuerza y continuidad, haciéndose más rítmico. Otras señales que lo ayudan a identificar son el chuparse el pueño, abrir la boca…
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Dolor
El del dolor ya comienza en intensidad fuerte y de forma repentina; es más arrítmico y agudo. -
Enfermedad
Gemidos más sordos, débiles y prolongados (salvo cuando la enfermedad causa dolor agudo, como las otitis). se encuentra decaído, rechaza el alimento. -
Llanto común
Es más rítmico. Suele suavizarse con la voz de los padres, sus afecto y cercanía. -
Sueño
Va acompañado de gestos como frotarse los ojos o bostezar. Es un llanto vibrante y de intensidad ascendente.
Que hacer con el Llanto
Pese a lo que pueda parecer, como veremos en el próximo artículo, es importante acudir con celeridad, aunque sin angustia, ante el llanto de nuestros hijos. Comprobar cual puede ser la causa que le esté provocando el malestar, y atenderle.
La manera de llorar del bebé, se nos hará cada vez más familiar y ello nos permitirá reconocer las causas que motivan el llanto para saber si debe ser atendido de forma prioritaria (en el caso de hambre, soledad o dolor) o es mejor esperar un poco, a que sea él mismo el que vaya buscando recursos para encontrar su bienestar (cuando por ejemplo sólo hay sueño o tensión).
Las necesidades primordiales a satisfacer son las de hambre, frío, suciedad, enfermedad y sueño. Al principio tendremos que ir probando cada una de las alternativas con las que contamos para satisfacer estas necesidades: ofrecerles su alimento, arroparles o desabrigarles, cambiarles el pañal, modificar su postura, observar si hay algún indicio de enfermedad…e ir descartando posibilidades.
Si persistiera el llanto, dado que los niños no lloran por llorar, podría ser que estuvieran nerviosos e irritados, por ausencia o exceso de estimulación (un día de muchos cambios, con mucho ruido a su alrededor, demasiadas visitas…), como nos sucede también a los adultos, y sólo necesitaran desahogarse. En ese caso es conveniente armarse de mucha paciencia. Los adultos hemos ido encontrando alternativas para expresión de una forma más adecuada de estas emociones. Los bebés las tendrán que ir aprendiendo. Y nosotros somos sus modelos: mensajes con voz pausada “tranquilo, calma, ya pasó…” acompañados de caricias y sonrisas pueden ayudar
La calma
Así pues, con los niños debemos intentar ser transmisores de tranquilidad, y ayudarles a desactivarse y calmarse, pues todavía no han aprendido a hacerlo solos. El bebé es muy sensible a la tensión ambiental y percibe el estado de ánimo de la persona que le cuida, lo que de no controlarse, alimentaría el círculo vicioso de tensión que estamos pretendiendo romper.
Cogerle en brazos para consolarle, hablarle con dulzura, pausadamente y con seguridad, ponerle una música o sonidos rítmicos, suaves, ayudarnos del chupete para que succione y se tranquilice, o balancearle con delicadeza, son algunos de los medios que podemos utilizar y que nos ayudarán y le ayudarán a encontrar la calma.