A lo largo de la vida, es normal crearnos objetivos y expectativas que, supuestamente, harán que nos sintamos satisfechos de nosotros mismos. Además, el hecho de marcarnos metas hace que nos sintamos estimulados cada día y no caigamos en la desgana. Las solemos basar en nuestros deseos, pero en otras ocasiones las creamos pensando en aquello que los demás esperan de nosotros. Por lo tanto, conseguir que se cumplan puede significar un éxito dependiendo de si realmente atendía a nuestras aspiraciones o a las de otros. Y el no alcanzarlas, puede ocasionar un estado de frustración y ansiedad que nos afecte en nuestro día a día.
Pero, ¿Entonces es malo tener altas expectativas? En absoluto. El problema surge cuando gestionamos mal nuestras emociones mientras intentamos que se cumplan, o son poco probables de que se conviertan en realidad y aún así nos empeñamos en conseguirlas. En este último caso, es tan grande el desgaste físico y mental, que sólo conseguiremos enfadarnos con nosotros mismos y juzgarnos severamente.
Por otro lado, están las expectativas que depositamos en nuestros seres queridos. El hecho de que se cumplan no depende de nosotros, y la necesidad de que los demás hagan exactamente lo que esperamos en todo momento puede provocarnos bastante estrés y decepción. Psicólogo Tres Cantos
¿Corremos el riesgo de idealizar a los demás?
Lo corremos. Poner a un familiar, colega o compañero sentimental en un pedestal, no puede significar más que el preludio de un fracaso anunciado. Las personas que tienden a la idealización suelen responder al siguiente perfil:
- Baja autoestima.
Cuando nos queremos poco y mal, tendemos a pensar que todos los demás son mejores que nosotros. Les otorgamos cualidades maravillosas, o exageramos las que ya tienen. Poner a la otra persona en un pedestal, además de insano, puede resultar peligroso ya que suele derivar en relaciones de dependencia y sumisión.
- Inmadurez emocional.
En ocasiones, ciertos conflictos de la niñez no se han resuelto adecuadamente. Cuando esto sucede, necesitamos que nuestro círculo más cercano nos trate y haga sentir como entonces lo hacían nuestros padres. Es una pesada carga, e injusta, para los demás. Este desesperado anhelo provoca que nuestras expectativas sean tremendamente altas, y al menor fallo, nos sintamos decepcionados.
- Visión dicotómica de nuestro entorno.
En este caso no existe más escala de colores que el blanco y el negro. O bien las personas hacen exactamente lo que pensamos que se debe hacer, o ya no nos sirven. Nos frustramos, deprimimos y victimizamos porque los demás no nos quieren como consideramos que merecemos.
Cuando son las expectativas de otros…
Emplear parte de nuestros esfuerzos en cumplir las expectativas que otros se crean sobre nosotros puede resultar agotador. No negamos que muchas veces pueden suponer un gran estímulo, pero en otras no es más que el deseo de agradar a los demás.
Posiblemente, desde pequeños nos hayamos forjado la equivocada idea de que solo obtendríamos el amor y aceptación de nuestros padres si cumpliamos con cuanto esperasen de nosotros. Nos referimos a metas tales como notas excelentes, ser los más populares de la clase, tener un físico atractivo…
Indudablemente, siempre nos han alentado a conseguir este tipo de cosas por nuestro bien. Sin embargo, cuando el nivel de exigencia es excesivo y no se explica al niño correctamente lo que se espera de ellos y porqué, puede dar lugar a que se cree una mala relación con los progenitores. Además, iremos creciendo con la certeza de que para conseguir aceptación, amor y respeto, es necesario cumplir siempre con las expectativas que las personas que nos vamos encontrando en la vida se crean sobre nosotros. Repetiremos el patrón hasta el agotamiento.
En definitiva…¿Es bueno o no tener altas expectativas?
Es positivo siempre y cuando sean unas expectativas meditadas, que se ajusten a nuestras posibilidades. Igual que nos sentamos a redactar la lista de la compra o a escribir todas las actividades que tenemos durante el día para organizar mejor nuestro tiempo, es aconsejable hacer lo mismo con las expectativas.
Es bueno una vez planteados nuestros objetivos, nos preguntemos si estamos dispuestos a esforzarnos lo necesario para conseguirlos. También es positivo preguntarnos si seremos capaces de gestionar la sensación de fracaso y la frustración en caso de no tener éxito. Algunas personas consideran que si no consiguen las expectativas marcadas, se convierten en unos inútiles, o como ya comentamos antes, van a perder el amor de quienes les rodean. Es por esto que su autoexigencia es feroz , y por lo tanto se decepcionan si las cosas no salen exactamente como las han pensando. Nunca verán el vaso medio lleno.
La ansiedad, la depresión y la insatisfacción consigo mismos puede hacer acto de presencia con intención de quedarse durante mucho tiempo. Por eso, si te sientes identificado con cuánto estamos describiendo, te aconsejamos que acudas en busca de ayuda especializada. Aprender a gestionar adecuadamente nuestras emociones, no tiene precio.
D. Fernando Azor Lafarga, director de Azor & Asociados, PsicologodeCabecera.com y PsicologoAeronautico.com, cuenta con más de 20 años de experiencia. Licenciado en Psicología Clínica, con múltiples especializaciones y participación en medios, ofrece psicoterapia y asesoría pericial. ¡Descubre más sobre su trayectoria y expertise!»