Son muchas las dudas que nos asaltan a la hora de buscar terapia para mi hijo. Parece que cuando es para nosotros mismos lo vemos un poco más claro: vamos, contamos cuál es nuestro problema o dificultad y nos ofrecerán pautas o técnicas para afrontarlo y resolverlo. ¿Pero qué ocurre cuando es mi hijo el que necesita acudir a terapia? ¿Tienen que ir solo? ¿Tenemos que ir todos juntos? Esto es de lo que vamos a hablar en esta ocasión.
Como suele ocurrir en estos casos, no hay una respuesta única para estas preguntas, ya que el funcionamiento general de la terapia va a depender de diversos factores.
La edad importa
La edad es un factor que suele pesar bastante a la hora de diseñar un plan de tratamiento para nuestros hijos. Cuánto más joven sea nuestro hijo menos implicación personal va a tener normalmente. Por ello, si necesitamos ir al psicólogo por nuestro hijo de 3 años es muy probable que necesiten ir más los padres que el propio niño. Sin embargo, si es nuestra hija de 16 años, es probable que ella tenga que venir mucho a las sesiones, aunque los padres siempre tienen que participar en mayor o menor medida.
Evidentemente esto se debe a que cuanto más pequeño es nuestro hijo o hija, menos peso y responsabilidad le podemos cargar sobre su propia conducta, y tendremos que apoyarnos más en cómo se comportan los padres o qué deben hacer ellos para solucionar la situación. En el caso de hijos o hijas más mayores, tienen mucha más capacidad de acción por sí mismos, y podemos trabajar con ellos directamente muchas más cosas. terapia para mi hijo.
La implicación de los padres es fundamental
A pesar de que la edad de nuestros hijos es una variable importante, el hecho de que sean un poco más mayores no significa que los padres puedan desentenderse. A veces algunas personas pueden traer a sus hijos al psicólogo con la idea de que es su hijo el que tiene que solucionar sus problemas de forma aislada al resto de miembros de la familia. Algo así como el que lleva su coche al taller: “Arréglamelo y luego vengo a recogerlo”. Esto nunca es así, y si vamos con esa idea, es muy probable que se den muchos problemas y dificultades en el proceso de la terapia.
Hay que entender que el comportamiento no es algo que surja de la nada en las personas, y tampoco en los niños. La conducta es de una forma concreta porque hay ciertas variables que provocan que así sea o que como mínimo lo han facilitado. Si un niño suele tener muchas rabietas, no es porque sea muy peleón o muy tozudo y ya está, sino que seguramente hay ciertas cosas en su día a día que están favoreciendo que esa conducta se mantenga en el tiempo y no desaparezca.
La clave del contexto y el ambiente
¿Cuál es el ambiente o el contexto en el que más tiempo pasan nuestros hijos? En la mayoría de los casos suele ser nuestra propia casa y el colegio o instituto. En estos lugares es donde nuestros hijos pasan el 90% del día, y, por tanto, van a estar en contacto con todos los miembros de la familia y con los profesores y compañeros. Todas estas personas ejercen una influencia bastante grande y pueden llegar a modular en gran medida la conducta de nuestros hijos. Todos nos hemos comportado de forma diferente si estaban delante nuestros amigos a si no lo estaban, o si estaban delante nuestros padres o no.
Terapia para mi hijo
Por esta razón la implicación de los padres es tan importante en la terapia de nuestros hijos. Los padres tienen una influencia muy grande, y no sólo eso, sino que es muy probable que la conducta de los padres esté relacionada con la conducta de los hijos, de forma que cambiando algunas cosas que hacen los padres, se podrán cambiar las conductas de los hijos.
Si consideras que tu hijo o hija tiene que cambiar alguna conducta que es problemática en algún sentido, plantéate qué es lo que tienes que cambiar tú también para ayudarle a hacerlo: cómo reacciono ante esa conducta, qué le digo cuando no hace lo que quiero, etc. De esa forma e implicándote activamente en el desarrollo de la terapia, los resultados y cambios esperados serán mucho más satisfactorios.
Psicólogo general sanitario
Graduado en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid.
Máster en Psicología General Sanitaria por la Universidad Europea de Madrid.
Especialista en Terapia Cognitivo-Conductual en la Infancia y Adolescencia por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
Máster en Intervención Multidisciplinar para Trastornos Alimentarios, Trastornos de la Personalidad y Trastornos Emocionales por la Universidad de Valencia.
Colegiado M-31888.