A veces confundimos seguir rutinas o crear reglas con la pérdida de la espontaneidad. El hecho es que tiene muchas ventajas establecer rutinas.

Las rutinas son útiles pues nos ahorran tiempo al tener ya aprendida la secuencia, al saber lo que toca, los pasos siguientes. Ahorran recursos mentales y además nos proporcionan seguridad, pues es una actividad conocida y predecible, que suele discurrir siempre igual.

 

Guiarse por reglas

Ciertas conductas pueden guiarse por rutinas, seguir reglas conocidas, y convertirse en hábitos, pudiendo actuar casi en automático. Y eso nos permite dedicar la energía a otras actividades que sí necesitamos hacer plenamente conscientes, y a tener tiempo y ganas para dedicarnos a lo que nos gusta.

Esto es una ventaja, pero no debemos transformar todo en rutinas. Hay actividades que requieren cambios y cierta dosis de improvisación para ser útiles, y éstas, bajo una rutina y monotonía, pierden su sentido y pueden hasta ser desagradables o aburridas.

Pero no tener ninguna rutina, dejarlo todo a la improvisación, sin un orden ni objetivos, nos acaba estresando por no tener una meta hacia la que dirigirnos.

Para las actividades frecuentes y menos apetecibles, pero necesarias y obligatorias, conviene tener cierta planificación y generar rutinas y reglas que nos ayuden a realizarlas de manera más efectiva y rápida, con menos sensación de molestia y con menos probabilidad de posponer o ignorar.

 

 

La fuerza de la voluntad

Confiar en la fuerza de voluntad para cumplir obligaciones es duro y peligroso, consume recursos cognitivos y emocionales y puede llevarnos a cometer fallos y a generarnos ansiedad.

Hacer sólo lo que nos apetezca o surja puede generarnos sensación de descontrol y de incertidumbre. La falta total de organización es fuente de tensiones y el caos desestabiliza emocionalmente.

Cumplir con las tareas o las reglas, nos da una agradable sensación de control, de satisfacción. Aumenta nuestra confianza y eleva nuestra autopercepción.

Por lo tanto, habrá que combinar y elegir ambas estrategias: hábitos o espontaneidad, según sea la necesidad. Y poder seleccionar nos da sensación de control, de poder, de ser los dueños de nuestra vida, y esto mejora la autoestima.

 

Cómo establecer reglas o rutinas saludables

  • Plantéate tus objetivos.
  • Evalúa tus recursos personales y de tiempo para establecer metas realistas.
  • Divide la tarea en subtareas más fáciles de realizar.
  • Calcula el tiempo y desgaste que supondrá cada submeta.
  • Repite estos pasos con la frecuencia elegida según la necesidad, hasta aprender la secuencia y que tras el comienzo consciente se puedan realizar las tareas de manera casi automática.
  • Recompénsate con autohalagos, descansos o pequeños premios, por cada progreso alcanzado, y valora tu esfuerzo y constancia.
  • Reconócete el mérito de crear hábitos y el valor de la constancia, pues te ayudan a obtener las ventajas de una actividad que te beneficia aunque sea cansada o aburrida de hacer.
  • No olvides hacer descansos y alternar con actividades no rutinarias. Y de vez en cuando modificar ligeramente tu rutina para que seguir cumpliéndola sea más agradable.

 

 

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