Desde que venimos al mundo, es muy importante la manera en la que nuestros progenitores o cuidadores se comunican con nosotros. Somos seres tremendamente sensibles, y tanto el trato frío como cálido, nos afecta en nuestro crecimiento de manera significativa. Las personas que desarrollan un trastorno reactivo del apego, suelen haber vivido una niñez sin amor donde el abandono, y en ocasiones abusos por parte de los adultos, están presentes.

Es normal, por tanto, que el niño se vaya alejando emocional e incluso físicamente de los padres o cuidadores y termine por temerles. Su desconfianza hacia los adultos va in crescendo, ya que sienten miedo de ser nuevamente heridos o desamparados. Los niños con este trastorno, suelen mostrar problemas para responder o iniciar interacciones sociales, por lo que tienden a aislarse de su entorno. No es raro que en su vida cotidiana acostumbren a mostrarse enfadados, agresivos, con muchos miedos y poco positivos en general.

 

¿Qué tipos de apego existen?

La psicóloga estadounidense Mary Ainsworth , realizó en 1970 un experimento llamado “la situación extraña”. Trataba de descubrir cúal era la reacción de un niño cuando, en una habitación cerrada, se encuentra ante una extraña estando su madre presente y después ausente. Tras varios días de observación, Ainsworth llegó a la conclusión de que el niño exploraba su entorno, e interactuaba con la extraña con mayor seguridad, estando la madre presente. Mientras que, cuando percibían algún tipo de amenaza, se activaban sus conductas de apego hacia la progenitora.

 

Después de este experimento, describió tres tipos principales de conducta de apego:

Conducta de apego seguro

Cuando el niño se siente seguro en presencia de su madre. Confía en ella, y entiende que será atendido en caso de necesitarlo. Esta conducta se desarrolla cuando las madres se muestran cariñosas, y disponibles, en cuanto el hijo lo requiere. Durante el experimento, el niño exploraba su entorno, e interactuaba con la extraña, cuando la progenitora estaba presente. En cuanto ella abandonaba la habitación, se mostraba asustado y lloraba.

 

Conducta de apego inseguro- evitativo

En este caso, Ainsworth vió que los niños se mostraban bastante independientes. No buscaban el apoyo afectivo, ni el contacto físico, de la madre. Los pequeños que actúan así, suelen haber crecido en hogares donde la progenitora es poco afectiva, y no muestra disponibilidad ante las necesidades del niño. El niño se vuelve inseguro, con problemas emocionales, y considera que no podrá contar con su madre en caso de peligro. Este tipo de conductas se observan también en pequeños que han sufrido separaciones muy dolorosas.

 

Trastorno reactivo del apego

 

Conducta de apego inseguro- ambivalente

Durante el experimento, los niños que mostraban este tipo de apego, estaban más preocupados por saber donde se encontraba en cada momento su madre, que en interactuar con el entorno. Al salir ella, y encontrarse solos o con la extraña, sufrían mucho. Sin embargo, cuando volvía a entrar, el niño se debatía entre el enfado o ir corriendo a abrazarla. En estos casos, los pequeños han crecido en hogares donde la actitud de las progenitoras hacia ellos varía mucho. Unas veces son cariñosas y protectoras, en otras frías y poco proclives a satisfacer sus demandas. Por lo tanto, el niño no sabe a qué atenerse con su madre. No tiene claro si le ayudará o no cuando sienta peligro.

Algunos terapeutas también hablan del apego desorganizado, el cual, se desarrolla cuando el pequeño ha sufrido algún tipo de experiencia traumática por culpa de los progenitores o cuidadores.

 

¿Cómo afecta cada tipo de apego en la edad adulta?

Como hemos comentado, durante la infancia se va construyendo nuestra personalidad, y dependiendo del tipo de herramientas con las que nos nutran los padres, nuestra manera de enfrentarnos al mundo será de una u otra manera. Aquellos que de pequeños han vivido un apego inseguro- evitativo, suelen aparentar ser personas frías y con una gran fortaleza. En realidad han aprendido a esconder sus emociones. Tienden a ser desconfiados, y centrarse en cuidar de sí mismos sin atender las necesidades de quienes les rodean. Es posible que sufran de una fuerte ansiedad al verse obligados a esconder constantemente sus sentimientos. Tampoco es extraño que desarrollen fobias y somaticen cuando se sientan angustiados.

En el caso de haber sufrido apego ansioso- ambivalente, el adulto buscará en los demás una seguridad que solo ha disfrutado a ratos durante la niñez. Se convierten en personas muy exigentes, y cuando no obtienen el afecto y la atención que necesitan, reaccionan con una tristeza exagerada e incluso con agresividad. No controlan sus emociones, con lo cual pueden expresarlas de manera excesiva o ser muy reservados. Además, estas personas muestran una gran dependencia emocional y tienden a victimizarse.

En todos estos tipos de apego, el adulto suele presentar una baja autoestima ya que se considera poco valioso para los demás. No es difícil que acaben padeciendo de ansiedad, angustia, fobias, dependencia emocional e incluso lleguen a desarrollar una personalidad histriónica. Sin embargo, esto no quiere decir que todas la personas que hayan sufrido tales apegos de pequeños, presenten necesariamente problemas psicológicos.

 

 

¿Existe tratamiento para el trastorno reactivo del apego?

La respuesta es sí. Lo ideal es llevar al niño a un especialista cuando los síntomas empiecen a ser preocupantes, pero si el padre o cuidador es negligente y no presta la atención debida al pequeño, el pequeño acabará arrastrando este trastorno hasta la edad adulta. Si el menor consigue acceder al tratamiento, deberá acudir junto a su familia a terapia. Es imprescindible que todo su entorno sepa qué está sucediendo, y adquiera las herramientas necesarias para enfrentarse a ello. También será necesario reforzar la autoestima del niño, además de aumentar y mejorar sus habilidades sociales. Para conseguir que el tratamiento tenga éxito, el terapeuta debe conseguir un vínculo de confianza con el pequeño para que se sienta seguro a cada paso del tratamiento.

En el caso de que usted se haya sentido identificado con lo que hemos expuesto en este artículo, no lo dude y busque ayuda. Nunca es tarde para mejorar la calidad de su vida y sentirse más satisfecho.

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