Pesimismo. Cuando alguien plantea peligros, consecuencias negativas ante hechos determinados, y ve el lado negativo de las cosas, solemos sentenciar que esa persona es pesimista.  El hecho es que lo que es más relevante de esta característica no es el negativismo en sí, sino qué lo favorece. ¿Es una característica innata?, ¿Será para llamar la atención?, ¿Es porque es un pesado?… Para encontrar respuestas hay que profundizar en los beneficios de este comportamiento.

El pesimismo es “una forma de vida”, garantiza algo muy importante: descubrir qué es lo que está mal para poder resolverlo antes de que sea peor. De hecho, es un comportamiento normal para todas las personas adelantarse a los hechos para evitar consecuencias indeseables:“si hago el informe de resultados para mi jefe antes de que me lo pida, no volverá a enfadarse de nuevo conmigo”.

El problema viene cuando uno se vuelve demasiado bueno descubriendo amenazas, entonces a veces es difícil parar y dejar que los hechos se manifiesten. Por esa razón si sentimos que no hemos puesto algún remedio a una amenaza será fácil que nos sintamos temerosos, preocupados y hasta obsesionados. Por tanto, hacer algo con mucha intensidad durante mucho tiempo hace que hagamos de ello una forma de vida, una manera de enfrentarnos a los retos cotidianos, con el consiguiente desgaste y miedo anticipatorio, además del posible rechazo de quienes nos rodean.

 

El pesimismo es “una forma de vida”

 

Pesimismo. Ver lo peligroso en cada situación tiene infinidad de efectos en situaciones cotidianas. Es una forma de pesimismo, por ejemplo, no saber aceptar los halagos. Si cuando alguien nos dice: “gracias por haberme escuchado”, respondemos “bueno, no tiene importancia, ya ves tú…” lo que estamos probablemente haciendo es valorar que no lo siente, que lo dice por cumplir. Seguro que siente que no es para tanto. La consecuencia de este comportamiento es la de que difícilmente uno es capaz de sentirse bien, de sentirse querido y por tanto la autoestima se va deteriorando paulatinamente.

Otra actitud o comportamiento frecuente en el pesimista es la de fijarse objetivos que estén por encima de la capacidad real de uno mismo. Ante el deseo de conseguir algo, como por ejemplo una subida de sueldo, la persona se centra en que no será suficiente como para meterse en una hipoteca. La expectativa de conseguir más lleva a no valorar el logro anterior.

 

pesimista

 

Personalidad del pesimista

Ser pesimista suele asociarse a ser depresivo, yo creo que sería más correcto unirlo a personalidad ansiosa. Es verdad que si la necesidad de controlar y evitar que ocurra algo malo no se satisface, acabará generando impotencia y tristeza, pero siempre como consecuencia de la ansiedad previa.

La persona pesimista puede dejar de serlo en la medida en la que esté dispuesta a afrontar cierto nivel de descontrol, de incapacidad para evitar acontecimientos, de consecuencias negativas que están por venir. Si aumenta la capacidad para conformarse con los objetivos alcanzados y renuncia a lo que está por venir, cada vez será menos negativa, y de paso, disfrutará más del presente. No es tarea fácil, pero en la vida los cambios no suelen producirse de manera brusca, requieren de práctica y constancia.

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