Cómo el miedo distorsiona la realidad

El miedo es un mecanismo esencial para el ser humano. Nos permite estar alerta y protegernos ante aquellas situaciones que esconden un peligro. Gracias a este sentimiento nos adelantamos a los acontecimientos y tomamos decisiones que nos eviten problemas futuros. Como otros mecanismos asociados a la psique del ser humano, han de calibrarse de manera correcta para que sean útiles y no generen otros problemas. La necesidad de control, la exigencia, la vergüenza, y tantos otros nos sirven de ayuda para relacionarnos con el entorno (personas, herramientas…).

 

El miedo es una emoción capaz de generar potentes recuerdos

 

El miedo es una emoción capaz de generar potentes recuerdos, con el fin de no olvidar los peligros y los entornos en los que se producen. Para ello está muy conectado con órganos del cuerpo como el corazón, las venas y arterias, las pupilas, el sistema endocrino… En el artículo 11 efectos de la ansiedad en el cuerpo puede leer mucho más sobre esta conexión mente-cerebro. Al ser un sentimiento tan importante para el ser humano, el miedo genera muchas alarmas ante la posible amenaza, pero también es capaz de generar mucha recompensa cuando somos capaces de superar o resolver lo que nos atemorizaba.

Gran parte de las actividades de ocio tienen asociado el miedo como “fuente de placer”: saltar en paracaídas, desde un puente con una cuerda, escalar, pilotar coches o motos, bajar por una montaña en bici, e incluso la competición en general, y el poder ganar y luchar por no perder tiene su conexión con el miedo.

 

 

El miedo puede encendernos alarmas de manera mantenida incluso cuando no son necesarias. Los años y las experiencias nos deberían ir dando información sobre cómo apagarlas cuando no sean útiles. Cuando no afrontamos peligros casi nunca, podemos acabar generando un efecto inverso al deseado. No damos por bueno que hay peligros, aunque no todos son potencialmente dañinos. Podemos hacer una igualdad entre peligro y daño, haciendo que todo lo que dé miedo estará asociado a consecuencias catastróficas.

 

¿El miedo aumenta la probabilidad de que algo ocurra?

Pues la verdad es que no, pero lo parece. El miedo activa tanto las alarmas que fácilmente se llega a la conclusión de que si no se evita de forma fehaciente acabará pasando algo seguro. De este punto a llegar a sentir que es más probable lo que tememos, hay un paso muy pequeño. El miedo distorsiona la percepción de probabilidad. Es decir, que aunque sea algo poco probable, la sensación de que puede pasar algo malo, no deja que lo coloquemos en un contexto adecuado. No nos deja esperar a que las cosas pasen sin intentar formar parte de una respuesta que lo resuelva. Esto es muy frecuente en el miedo a volar. La estadística nos dice que es muy poco probable, pero si existe miedo, parece que la probabilidad aumenta.

 

 

Las personas que están instaladas en el miedo, perciben muchas más amenazas en casi cualquier situación diaria. Por esa razón les cuesta más hacer cambios, vivir en la incertidumbre o asumir riesgos. Esto reduce la capacidad de disfrute y les hace menos felices.

 

“Cuanto más temo algo, más probable me parece”

 

El miedo es una emoción que nos hace ser un poco pitonisos. Nos lleva a identificar secuencias por medio de las cuales las cosas van a ocurrir. Aquellos que son capaces de detectar mejor esas secuencias, suelen ser más capaces de evitar peligros. Los temores nos hacen estar en el futuro, con lo bueno y malo que eso conlleva. Hoy sabemos que estar demasiado en el futuro y poco en el presente nos genera mucho estrés y disminuye nuestra calidad de vida. Estrategias terapéuticas como el mindfullnes centran su beneficio en este mismo principio.