Imagina que de la noche a la mañana un amigo, o alguien con quien estás iniciando una relación amorosa, desaparece de tu vida sin dejar rastro. Ya no recibes sus mensajes, te ha bloqueado en el teléfono y en las redes sociales. ¿Qué está pasando? Es posible que estés siendo víctima del ghosting.
El término ghosting se traduciría como “fantasmeando”. Coloquialmente lo conocemos como despedirse a la francesa. Es una práctica que se lleva a cabo más asiduamente desde la aparición de las redes sociales y las aplicaciones de citas. En el mundo virtual, las personas tienden a crear muy rápidamente relaciones intensas. Se escriben varios mensajes al día, interactúan continuamente en las publicaciones, hablan durante varias horas… y en el momento en el que uno de los dos pierde esa emoción del principio, decide no afrontar una conversación adulta o una despedida y desaparece como si nunca hubiera existido en la vida del otro.
Según un estudio realizado por la revista “Journal of Social and Personal Relationships” en 2018, una quinta parte de las personas que formaron parte del estudio habían practicado el ghosting en alguna ocasión. Tremendo.
En otro estudio realizado por la Universidad de Western Ontario en Canadá, se llegó a la conclusión de que los más habituados a realizar esta práctica eran los menores de 30 años. El 72 % de las personas que fueron estudiadas, confesaron haber sufrido ghosting. Una de las conclusiones a las que llegó la investigación, fue que el desarrollo de la tecnología había influido negativamente a la hora de concluir con una relación.
¿Nos afecta psicológicamente ser víctimas del ghosting?
La respuesta es sí. El rechazo siempre nos duele y afecta nuestra autoestima, más aún si se produce de manera sorpresiva. El hecho de que no exista un cierre a esa relación, nos desconcierta y no podemos evitar tender a culparnos. Nos preguntamos: “¿Qué he hecho mal?” “¿Habré dicho algo inconveniente?” “¿Quizás no he estado a la altura en algún momento y no me he dado cuenta?” Nuestras cabecitas no paran de darle vueltas, de pensar en la última vez que tuvimos contacto para ver si conseguimos dar con la clave y descubrir por qué nos han abandonado sin ninguna explicación. Nunca la encontraremos. Nos culpamos erróneamente. El hecho de que la otra persona haya desaparecido sin decir palabra, habla sobre cómo es ella, en ningún caso de nosotros.
Sin embargo, no podemos evitar sentir una tristeza intensa y en algunos casos rozar la depresión. No olvidemos que se junta la sensación de vacío junto con la de rechazo. No nos quieren, y nos respetan tan poquito que ni siquiera nos han dicho adiós. Si antes de sufrir el ghosting padecíamos algún tipo de problema emocional, es fácil que se agrave. Poéticamente hablando, si nos encontramos en un momento de vulnerabilidad, sentiremos que esa persona que entra en nuestra vida nos aportará sol en el frío invierno que estamos soportando en nuestro interior. Nos hace sentir contentos, apreciados, afortunados…y de pronto todo eso desaparece. Es normal que la caída sea muy dura, ya que ese estímulo que nos hacía la lucha más amena deja de existir.
Es recomendable que dejemos que fluyan todas las sensaciones que nos invaden cuando nos sucede algo así. De esta manera, lo gestionaremos más sanamente y podremos superarlo más pronto que tarde. Es muy parecido, salvando las distancias, a pasar un duelo. Cuéntale a tus personas de confianza lo sucedido, en ningún caso sientas vergüenza. Verbalizar una mala experiencia ayuda mucho a pasar página. Céntrate en ti, en tu cuidado mental y físico. Mantenerte inmovil, o dedicarte a alimentarte mal, solo puede agravar el dolor y malestar que tienes. En el caso que sientas que tú solo no puedes, no dudes en acudir a un especialista. El psicólogo te ayudará a encontrar las herramientas adecuadas para saber gestionar lo que estás viviendo.
¿Cómo son las personas que hacen ghosting?
Podríamos decir que existen dos tipos de perfiles, los que se sienten agobiados ante las relaciones nuevas y los que no tienen ningún tipo de consideración hacia los demás.
Los primeros pueden notar cierta angustia, e incluso miedo, ante una nueva relación como ya hemos comentado. Les asusta lo nuevo, y también les preocupa no estar a la altura. Les aterra afrontar el fracaso. Como no tienen capacidad de frustración, ni son capaces de mirar a los ojos tanto al presente como al futuro, deciden desaparecer. Huir, poner tierra de por medio y esconderse debajo de la cama. Este tipo de perfil puede llegar a tener remordimientos, e incluso es posible que se arrepientan. Sin embargo, la
vergüenza que sienten por su comportamiento, les impide retomar el contacto e intentar explicar lo sucedido. Una vez más, son incapaces de gestionar las consecuencias de sus actos.
Al siguiente perfil, lo podríamos denominar coloquialmente como el de los desconsiderados. No suelen sentir demasiado apego hacia las personas con las que están en contacto, aunque sí pueden fingirlo. Son muy detallistas, y parecen darlo todo en la relación. En realidad, su único y verdadero objetivo es conquistar a la otra persona. Una vez que lo han conseguido, comienzan a aburrirse y terminan desapareciendo. No siente remordimiento alguno. En realidad es una práctica que les satisface y hace sentir poderosos al controlar absolutamente la relación. Auténticos depredadores emocionales.
¿Y si el ghosting se convierte en zombing?
Ya lo estáis viendo. Existe otro término para catalogar a esas personas que vuelven tras su despedida a la francesa. No es tan raro que pueda llegar a suceder, por lo tanto debemos estar preparados ante tal posibilidad. En ese caso, lo mejor es darles de su propia medicina. No responder y bloquear. Las segundas partes nunca fueron buenas, y lo más probable es que esta persona vuelva a desaparecer si le damos otra oportunidad. Protégete y dale la callada por respuesta.
“Caricias, expresiones de una clase u otra, son necesarios para la vida de los afectos como las hojas son necesarias en la vida de un árbol” (Nathaniel Hawthorne, novelista estadounidense)