Sentirse seguro o inseguro con uno mismo no es cuestión de suerte o casualidad. Los mecanismos o estrategias que utiliza cada persona para hacer frente a responsabilidades, a exigencias, relaciones sociales, trabajo, pareja… Determinan el grado de seguridad de cada persona. Sentirse seguro es el resultado de una buena autoestima, de perseguir retos e ir alcanzándolos, de obtener reconocimiento por parte de otras personas y de la capacidad para hacer frente las adversidades.

La manera en la que nos relacionamos con el mundo está muy relacionada con el modo en el que nos sentimos. La autoestima es quizás el concepto que más se asocia a la seguridad que se siente cuando hablamos con otras personas.

 

1.- Necesidad de control.

Podemos decir que la dificultad para asumir riesgos a la hora de tomar decisiones aumenta exponencialmente la probabilidad de sentir inseguridad.

Cuando necesitamos garantías de que las cosas serán como queremos que sean, aumentamos la probabilidad de bloquearnos ante cualquier amenaza a la estabilidad. La necesidad por sí misma no tiene nada de malo, pero cuando nos volvemos buenos consiguiéndolo nos resulta difícil dejar de hacerlo. Ver siempre lo que falta potencia la sensación de que puedo mejorar, pero también la sensación de siempre puede salir algo mal. Este pesimismo al que he dedicado algún otro artículo nos potencia la inseguridad y la sensación de peligro a lo largo del día. Una estrategia frecuente para conseguir el control del día a día es buscar mantener rutinas a lo largo del tiempo.

Esta causa junto con la siguiente, la tendencia a evitar, son probablemente las que con mayor frecuencia generan inseguridad y bloqueo en las personas. Son dos causas en las que se puede intervenir psicológicamente entrenando a las personas para gestionar de manera diferente sus emociones y las soluciones ante los problemas.

 

 

2.- Tendencia a evitar afrontar problemas o temores.

Esta tendencia normalmente se deriva del punto anterior. Aquellos que tienden a evitar el momento de afrontar los problemas, obtienen alivio a corto plazo pero aumentan la probabilidad de sentirse inseguro. Al retrasar las decisiones aumenta la sensación de que hay muchos peligros, y se acumulan menos experiencias de éxito que las personas que se arriesgan y afrontan las consecuencias. No hay tantas evidencias de que las cosas no siempre salen mal, de que no nos equivocamos tan a menudo. La confianza y la seguridad en uno mismo no crece si posponemos la soluciones a los problemas, por ello es fundamental cambiar la actitud y empezar por las pequeñas decisiones diarias, para llegar finalmente a las más complicadas.

 

3.- Carencias afectivas durante el desarrollo (infancia y adolescencia).

El tipo de educación y apoyo que recibimos de nuestros padres, hermanos, abuelos, e incluso amigos, es la base de nuestra autoestima. Cuando recibimos una cantidad buena de reconocimiento, de apoyo, cuando nos sentimos importantes  o necesarios para los que queremos, hace que de mayores seamos más seguros. Por tanto las carencias afectivas o patrones educativos excesivamente exigentes y con poco contacto físico, hace que quienes lo sufran tiendan a sentirse más inseguros.

 

4.- Genética.

Además de los modelos educativos que hemos tenido durante la infancia, hay que tener en cuenta que cada persona nace con una inercia genética que nos favorecerá o no la inseguridad a la hora de afrontar las relaciones sociales, las decisiones, o incluso la capacidad de disfrute del ocio. En términos informáticos, podemos decir que es el hardware en el que se cargarán los diferentes «programas» a lo largo de la vida.

 

5.-  La vivencia en general de acontecimientos vitales estresantes (tept).

La vivencia de episodios traumáticos como accidentes, violaciones, incendios, y por supuesto el acoso escolar son acontecimientos que predisponen a sentirse inseguro. Potencian la sensación de peligro y hace que las personas que los han padecido tiendan a ser más precavidas e inseguras en algunas áreas de su vida.

 

 

6.- Apoyo social e imagen que nos devuelve el entorno.

La existencia o no de un grupo de personas de referencia: familia, amigos, compañeros de estudio, de trabajo y de ocio son muy relevantes a la hora de analizar la sensación de seguridad que cada persona tiene. Antes hablaba de la familia y los modelos educativos, aquí debemos hacer hincapié en el resto del entorno social. La gente es al fin y al cabo un espejo en el que mirarnos. Si la imagen que nos devuelve es buena es más probable sentir seguridad, tener la autoestima alta… Es importante relacionarse con gente y generar buenas habilidades de comunicación, en donde seamos capaces de pedir lo que queremos, afrontar los conflictos derivados del día a día, podamos ayudar y ser ayudados…

No hay que tener una visión determinista en la que todo viene preconfigurado de fábrica, dependiendo de la motivación individual para hacer cambios y aprender a afrontar las cosas de manera diferente, así se podrá combatir el sentimiento de inseguridad. No hay que conformarse con sentirse inseguro. Se puede aprender a gestionar o afrontar los problemas, responsabilidades y decisiones de más maneras de las que hemos aprendido desde pequeños.

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