Tener conflictos no es grato para nadie. Una forma de no tenerlos pasa por minimizar lo que los demás nos dicen o hacen. Por ejemplo si un amigo nos debe dinero desde hace unos meses y no lo devuelve es más fácil convencernos de que está pasando una mala racha, que plantearle qué pasa con el dinero. El problema es que como el tema no se resuelve, existe cierta probabilidad de acabar enfadado cuando uno crea que ya es temer “demasiada cara” llevar tanto sin devolverlo.

Para afrontar los conflictos es necesario que la persona tenga claro, primero si tiene derecho a estar en desacuerdo, segundo si puede mostrar su necesidad y tercero si está dispuesto a no ser evaluado siempre de manera positiva. Empecemos por esta última, creo que todo el mundo sabe que es imposible que los demás nos miren siempre bien. Sin embargo no siempre actuamos en esta línea.

Es fácil hacer demasiado por evitar que nos juzguen negativamente, sobre todo en las pequeñas cosas, pero a la larga no convivir con los reproches de los demás nos hace muy vulnerables a las críticas negativas.

 

 

Afrontar o huir de los conflictos

Para conseguir ser más capaces de afrontar los conflictos y sobre todo para no quemarnos demasiado con las conductas de los demás, es necesario que vayamos aprendiendo a convivir con ciertas dosis de malestar social derivado de situaciones cotidianas. Por ejemplo, si a uno le molesta que fumen al lado será bueno pedir si pueden cambiar de lado el cigarro, o si pueden apagarlo… como decía eso es imposible si uno no quiere afrontar haber parecido algo borde, intolerante, etc.

A veces es más fácil no hacer nada por huir de los conflictos que estar buscando maneras de no darle importancia (aunque sí la tenga). Esto no es fácil pero cuanto más se practica, más tolerable es lo que los demás piensen de uno. Cuando uno va avanzando en esto aparecen miedos relacionados con poder volverse egoísta, o que se pueda pasar demasiado de lo demás, pero como en todo el paso del tiempo acaba demostrando que lo único que pasa es que la opinión de otros vale, pero no tanto como antes, aumentando así la independencia y la seguridad en uno mismo.

No haber puesto en práctica hasta el momento estas pautas o no haber afrontado bien el conflicto no significa que no se pueda hacer, simplemente hay que familiarizarse con otras maneras de manejarse, lo importante es ponerlo a prueba y que sean los hechos quienes digan si merece la pena ir por este camino.

Alfonso Alonso y Beatriz Becerro de Bengoa, doctores en psicología y colaboradores de azor & asociados escribieron un fantástico libro sobre este tema: «pregúntame por el conflicto«. Dejo un enlace a su libro en Amazón, si os interesa este tema, os recomiendo que lo leáis.

 

huir de los conflictos

 

Personalidades conflictivas

Existen personas que por sus esquemas para valorar el mundo tienden a mostrar bastante intransigencia ante determinados acontecimientos, conductas de otros, errores… Consideran que hay cosas que deben ser de una determinada manera, y punto. Son personas que tienden a obtener bastante reconocimiento por tener las cosas muy claras y defenderlas ante otros.

A veces produce envidia ver la seguridad que transmiten al defender sus ideas. Por otra parte estas mismas personas tienden a generar con más facilidad que otras conflictos.

Cuando no están de acuerdo, y lo manifiestan, no suelen hacerlo de una manera relajada. La tendencia es a hacerlo con tintes de rabia e indignación. En sí misma esta manera de ser no es ni buena ni mala, digamos que es una más. En cualquier caso, las personas que se vean reflejadas en esta descripción tendrán que valorar si el beneficio de entrar con frecuencia en, compensa el coste emocional. A priori la respuesta es: “que remedio, las cosas son como son. No quiero ser un pasota, alguien sin sangre en las venas”. Creo que para defender nuestras necesidades, mostrar disconformidad, etc., no es necesario cargarse de argumentos que nos hagan estallar, bastará con estar dispuesto a convivir con el malestar de otros cuando expresemos desacuerdo.

 

 

Dicotomía bueno-malo

Una persona que tiende a valorar lo cotidiano en dos categorías (bueno y malo, por ejemplo), fácilmente se centra en argumentos que le afianzan en sus creencias: valora si algo es justo o no, y da rápidamente por hecho que los demás debieran ver las cosas del mismo modo. Verlo así genera malestar y siendo así es sencillo pensar que los demás acabarán entendiendo qué es lo correcto si insistimos lo suficiente. El problema es que la percepción de lo justo es, muchas veces, totalmente subjetiva.

Depende mucho de la educación, habilidades, miedos, inseguridades… de cada uno. Así pues, no dar por hecho que los demás acabarán entendiendo, será un buen punto de partida para defender nuestras ideas. De esta forma no nos desesperará fácilmente que los demás actúen justo al contrario de como a uno le parecía adecuado. Otro mecanismo que nos favorece defender nuestras ideas y malestares es el de construir realidades alrededor de frases como:”si fueras un verdadero amigo, me habrías llamado”, “si me quisieses, no me pedirías esto”. Estás frases crean premisas que conducen sí o sí a enfadarnos, distanciarnos o imponernos para buscar resarcimientos. Nos afianzan en pensamientos del tipo “esto es lo justo”, y una vez más aumentan las posibilidades de saltar ante los otros.

Sin necesidad de dejar de ser como cada uno es, se pueden moderar las intensidades de las emociones si uno aprende a valorar ciertos aspectos de la psicología humana. Además, aceptar que por muy lógico que a uno le parezca, los demás no siempre verán las cosas igual, aportará bastante calma y permitirá hacer esfuerzos más realistas por defender nuestros puntos de vista.

 

huir de los conflictos

 

10 propuestas para gestionar el conflicto

  1. Trata de entender el problema.
  2. Escucha al otro – túrnese para hablar.
  3. Escucha el punto de vista del otro.
  4. Maneja las emociones, cálmate primero.
  5. Expresa tu opinión con claridad.
  6. Se honesto acerca de tus sentimientos.
  7. Ponte en los zapatos de la otra persona.
  8. Comprométete con algunas propuestas.
  9. Busca soluciones.
  10. Pide ayuda si no consigue una solución satisfactoria.

 

 

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