El enfado o la ira son emociones naturales y necesarias para el ser humano. La sensación incómoda que producen potencia el hacer cambios para evitarla. Es decir, si algo que vivimos está produciendo un enfado es muy probable que busquemos la manera de subsanar o de cambiar el efecto que nos lo produjo.
Si al ir a coger el coche vemos que alguien lo ha abollado y no ha dejado ninguna nota, lo normal es que se produzca ira y enfado. Al sentir este malestar es más probable que intentemos preguntar en un comercio cercano si alguien ha visto algo, que llamemos al seguro o que incluso lo denunciemos a la policía.
El sentimiento negativo potenciará el buscar soluciones para así llegar a sentirnos mejor. El problema aparece cuando no existen soluciones concretas y a pesar de nuestro malestar nada cambia.
Un efecto que también puede tener la tendencia a estar enfadado es, la dificultad para dejar las cosas ir. A veces darse por saturado, y valorar que no siempre hay que pelear lo que creemos que es correcto, ayuda a conseguir la calma. A veces el enfado hace que la persona inicie conflictos que se alargan en el tiempo aunque el balance coste-beneficio, haya dejado de ser proporcionado.
Irascibilidad, rabia y enfado
Algunas personas tienden a estar enfadadas frecuentemente porque su manera de analizar y afrontar lo cotidiano les produce constantemente ira y enfado. Estas personas sienten la necesidad de enfrentarse a quienes no actúan como deben, o han hecho algo que les ha incomodado mucho. A menudo son personas exigentes y tienen un esquema de la justicia muy marcado.
La ira como motor para cambiar
Es frecuente ver en un centro de psicología a personas que posponen el conflicto y utilizan la ira como motor para la defensa de sus necesidades. De esta forma consiguen expresar su malestar, pero la culpa posterior por la tensión que se ha generado hace que sea más difícil volver a defender sus necesidades en siguientes ocasiones sin llenarse de razones.
Cuando la ira es la primera de las motivaciones para expresar opiniones o ideas, hace que poco a poco las relaciones se vayan impregnando de conflictos y tensión.
Los ataques de ira se asocian frecuentemente a depresión y a trastornos de ansiedad. Producen en la mayoría de las personas que los padecen un impacto negativo en su calidad de vida. De hecho en bastantes estudios ha quedado constatado que la ira diaria, unida a elevados niveles de ansiedad es un factor de riesgo para padecer un infarto, tan relevante como lo son la obesidad, el colesterol alto y la hipertensión.
¿Cómo calmar la ira, la rabia o el enfado?
Lo primero es recordar que la gente no hace lo que necesitamos que hagan, hacen lo que les resulta gratificante o beneficioso para ellos. Pueden ser en sí mismo un argumento irritante, pero creo que muy cierto.
Porque necesitemos que nos dejen una tarjetita con los datos personales tras darnos un golpe en nuestro coche aparcado, no es más probable que esto ocurra. Sólo será así en el caso en que esa persona tenga unos determinados principios, haya podido ocurrirle en otras ocasiones o no, le hayan visto hacerlo, que tenga vergüenza… Entender estos argumentos no justifica nada, sólo ayuda a comprender las causas de determinados comportamientos.
Las personas que se centran en imponer su visión de las cosas tienden a enfadarse, sin poder pararse y pensar lo que realmente se podía esperar de otras personas. Del mismo modo creer que existe una justicia común y que por esa razón todos la aceptarán es seguir echando leña al fuego de la ira.
Por tanto, las estrategias psicológicas potencian argumentos como los reflejados anteriormente: valorar la realidad desde un prisma menos activador. Podemos aprender a afrontar el día a día desde actitudes que favorezcan cambiar las cosas que no nos gusten pero sin que produzcan un desgaste desproporcionado en uno mismo. Querría ser tajante: puede conseguirse. Podemos deshacernos de la ira, basta con querer trabajar en ello.
¿Qué causa rabia y enfado?
¿Cuándo es saludable enfadarse?
Los conflictos en las relaciones sociales son a menudo una fuente de malestar. Aunque no se produzcan conflictos abiertos con otras personas, la posibilidad de poder crearlos, la amenaza de que puedan producirse influyen en la manera en la que nos relacionamos, en la autoestima, y en definitiva en la calidad de vida que tenemos.
Los conflictos son inevitables, o por lo menos deberían serlo. Convivir con otras personas en una casa, en el trabajo o con amigos lleva asociado de forma inherente tener que negociar necesidades. Quien evita hacerlo normalmente lo consigue en la medida en la que se convence de que sus necesidades no son tan importantes. Consigue darse argumentos para posponer una petición que quería hacer, a menudo adaptándose a la necesidad de otro. Casi siempre esto precipitará un desgaste interior en el que se calla, o un conflicto desbordado cuando no se puede callar más ante algo que le molestó especialmente.
Expresar necesidades
Saber generar conflictos y saber convivir con cierto grado de malestar como consecuencia de ellos, es una habilidad psicológica que favorece la salud mental. Ser capaz de reconocer los derechos y necesidades, y expresarlos favorece que los demás conozcan nuestros límites y sean más capaces de respetarlos o de adelantarse a lo que nos hace sentir bien. Potencia que haya tensiones, pero también potencia un mayor conocimiento entre las personas de lo que gusta y de lo que no.
El extremo opuesto, tener conflictos muy frecuentemente, sería tan malo como no tenerlos nunca. Cuando esto ocurre suele ser porque se confunde tener derecho a expresar algo, con ideas del tipo: “los demás están a obligados a actuar en función de lo que yo digo que es correcto o justo”. Sé que expresado de este modo es algo aparentemente exagerado, pero es este pensamiento un responsable frecuente de los sentimientos de enfado que precipitan el conflicto y la necesidad de imponer una norma a otras personas.
Para qué ayuda el enfado
El enfado útil es aquel que aparece cuando se desea conseguir algo aunque al otro pueda no parecerle adecuado. Para conseguir enfadarse sin bloqueos emocionales, hay que plantear una necesidad o un malestar dejando que el otro pueda sentirse mal. No hay que tener una lista enorme de argumentos que den derecho a querer algo y a la a poder producir un malestar en el otro. Es verdad que cuando toda la razón está de parte de uno, hace que el conflicto sea más llevadero, pero cuando se espera demasiado tiempo a explicar lo que uno siente o necesita, la forma de trasmitirlo será más desbordada y producirá más malestar en ambas partes de lo necesario.
Ejemplo
Veamos un ejemplo de conflicto saludable: en una oficina en la que se usa aire acondicionado para regular la temperatura. Supongamos que en unas zonas hace calor y en otras frío porque las salidas de aire están mal distribuidas. Si los que tienen calor apagan contantemente el aire en invierno, los otros pasan frío. Una opción es ponerse el abrigo en la oficina, otra es plantear de manera firme la necesidad de encender la calefacción durante más tiempo. Callarse probablemente acabe en un enfado a destiempo, hablarlo puede generar conflicto y sensación de exclusión durante algún tiempo. Aceptar el malestar del otro pero defender igualmente la necesidad de uno, es lo que realmente potencia la autoestima y a la largo el respeto.
No lo dudes, pruebe a generar un conflicto sin tener la seguridad que otorga saberse con la razón. Seguro que es soportable y ayuda a sentirse mejor.
El caso concreto de quemarse en el coche…
Estas y otras muchas frases se dicen con frecuencia al volante de un coche. Los horarios apretados, los atascos a veces impredecibles, maniobras de otros conductores que pueden producir accidentes, incumplimiento de normas de educación, estar perdido en una zona desconocida, los reproches al conductor por parte de otras personas que comparten el vehículo y la inseguridad o falta de experiencia al volante, son entre otros, motivos para que la conducción se torne agobiante y favorezca acumular malestares a lo largo del día.
Según se van sucediendo situaciones como las nombradas anteriormente, y en función de los estados anímicos previos de cada persona, se podrán producir reacciones más o menos desproporcionadas con duración breve o prolongada a lo largo del día: gritos, enfado, indignación, insultos e incluso peleas. Ansiedad conduciendo.
Ideas rígidas tras las explosiones de ira
Estas reacciones normalmente no se producen en una persona sólo ante la conducción, suelen aparecer en otros ámbitos de la vida también. Detrás de ellas suelen hallarse ideas rígidas sobre cómo deberían ser las cosas, sobre cómo deberían conducir las otras personas, sobre lo mal distribuido que está el tráfico, sobre la cara dura de algunos, sobre la lentitud de otros… Las expectativas previas producen que sea fácil catalogar a los otros en categorías estancas tipo buenos y malos o torpes y hábiles… Es fácil por tanto explotar y cargar hacia otro. Ansiedad conduciendo.
En el coche se dan algunas características particulares, por un lado dentro de un vehículo por lo cual lo que hay fuera lo podemos ver con cierta distancia. Además existe un código de circulación que define de forma clara cómo hay que comportarse y como lo deben hacer los demás también.
Las personas que necesitan cumplir con lo correcto tienen mayor probabilidad de enfadarse cuando, estando muy clara la norma, alguien no cumple con ella. Cuando se le añade el hecho de ver las infracciones desde el asiento del coche, es más fácil dejarse sentir el malestar. El hecho es que es más fácil cruzar la frontera del pensamiento a la acción en un estado como ese. Abrir la puerta y salir en un estado de rabia, hace que todo pueda ser muy explosivo y descontrolado.
Los pensamientos que favorecen el enfado
1) Considerar que el otro tiene la intención y el deseo de fastidiar. Si es así lo normal es que se desee aleccionar al otro, darle su merecido.
2) Presuponer que existe una sola forma de hacer las cosas bien al volante. Que nunca ha de apurarse la salida en un ceda el paso, que hay que poner el intermitente siempre cuando se va a parar en un lado… Está claro que hay normas escritas en el código de la circulación y unas sanciones previstas por el no cumplimiento, pero la realidad es que por más escritas que estén no siempre se respetan todas.
Son muchas las razones que favorecen este incumplimiento: las prisas, el enfado con otro conductor, creer que la infracción es menor y sin repercusión sobre otras personas, etc. Por tanto un planteamiento más correcto y adaptado a lo que verdaderamente uno se encuentra en calles y carreteras es afrontar que al llegar a una rotonda alguno apurará la salida del ceda el paso y te hará frenar cuando no correspondía. Lo normal es que sin advertirlo alguien frenará y se parará cerca de una acera para dejar bajar a un pasajero. Solo estará pendiente de si la tienda a la que va está abierta y no en sí molesta. También puede que alguien se cuele en alguna fila de acceso a un centro comercial. Si lo entendemos veremos que quizás valga de poco el nivel de malestar que produce un tercer error de partida:
3) Creer que si damos a la gente su merecido aprenderá a no hacerlo más la próxima vez. La verdad es que es posible conseguirlo puntualmente, pero lo habitual es que uno se sienta mal y los hechos se sigan sucediendo.
Para hacer frente a la ira en el coche es necesario ajustar expectativas sobre lo que nos vamos a encontrar mientras conducimos, potenciar la empatía, suavizar la presión de los horarios excesivamente apretados, son entre otras algunas de las líneas de trabajo para conseguir reducir la ira al volante.
Un ejemplo:
Incumplimiento de las normas de tráfico. Esto es algo muy frustrante para algunas personas. Hay quien sale a la carretera pensando que todo el mundo cumplirá con las normas del código de circulación, pero la realidad es que por desgracia esto no es así.
Situaciones como la de que otro coche se salta el ceda el paso en una rotonda, no señaliza que se va a parar y no permite que le adelantemos, se nos cuela en un atasco para acceder a un parking, se nos pega en la parte posterior del coche sin mantener la distancia de seguridad… Todo muy incómodo. Si somos realistas esto nos pasará en algún momento. No va a depender de nuestro enfado el que ocurra o no.
Fernando Azor es director de azor & asociados.
Fernando lleva años explicando sin tecnicismos las ideas y conceptos que fundamentan la psicología actual. Hace que que la psicología sea fácil y accesible. Ofrece tareas, consejos y conocimientos de psicología que puede usarse para resolver problemas de la vida diaria. El propio Colegio oficial de psicólogos de Madrid, le otorgó un reconocimiento por su labor divulgativa de la psicología clínica en diferentes medios de comunicación. Puedes ver muchos videos divulgativos en el perfil de TikTok
Voy a crear un conflicto, me apetece. Su articulo es una bazofia carente de ética y de moral, apesta. Se lo digo así, porque según su articulo,usted no tiene la necesidad de que le respete y no puede ni debe hacerme cambiar mi forma de ser, la diferencia es usted puede ignorar este mensaje. Si alguien se enfada con migo porque cree tener la necesidad de enfadarse para quedarse más agusto con su vida y su autoestima yo le doy un guantazo que lo envió a Marte. Si quiere más conflictos ahí tiene mi correo electrónico
Hola buenas tardes Fernando, muy interesante tu artículo me gustaría tu orientación mi pareja es una persona que vive molesta y con dolor d estómagotodo lo q uno le diga o haga le molesta porque todo tiene q ser a su manera muchas veces no sabes cómo hablarle para no incomodarlo o hacerlo molestar todo tiene q ser a la manera q a él le parece correcto la verdad ya no se cm sobre llevar esta situación
Hola María, no siempre es posible encontrar una manera para que los demás se sientan tranquilos. A veces la propia atención al malestar del otro, puede hacer que se potencie la conducta de reproche e ira del otro. Anímale a ir a terapia, pero responsabilízale a él de su malestar. Te en cuenta que estar enfadado tiene ciertos componentes aliviantes. Quien está enfadado puede sentir que alguien está actuando mal y por medio del enfado se resarce de su incomodidad o dolor. HAy personas que se enquistan en esa actitud, especialmente cuando encuentran cerca a otras personas que tienen conductas excesivamente sumisas.
buen blog
Buenos días Fernando
Llevo casada 27 años, mi relación de pareja ha tenido muchos altos y bajos.
Mi marido se enfada a menudo por no llevarle la razón y por cosas sin importancia, su enfado es desproporcionado y duradero con silencios eternos e ignorando a la persona, a veces pierde el control y llega a insultar , utiliza confidencias o problemas para hacer daño, esto sobre todo es conmigo.
Gracias
Hola Fernando. Tu articulo me pareció bastante interesante, ya que a menudo suelo molestarme por mínimas cosas y he intentado controlarme pero es que simplemente a veces no puedo, solo termino enfadándome, además termino en conflictos con mis padres.
Te agradecería mucho si me pudieras orientar, quiero tratar de llevar las cosas con mas calma.
Hola Aura, me alegra que pueda ser de tu interés este artículo. Te animo a que eches un vistazo a estos otros: https://psicologodecabecera.com/?s=ira
Hola Fernando 🙂
Muchas gracias por tu artículo. Es muy interesante. Enhorabuena.
Me gustaría consultarte algo.
Mi hermano (47 años) es una persona que parece que está cabreado siempre. Con sus padres y con sus hermanos principalmente. Siempre ha mentido mucho y lo sigue haciendo sin razón para ello.
A menudo busca mérito, es decir, pretende hacernos creer (mintiendo) que ciertas cosas o acciones le han costado mucho conseguirlas cuando no es así. Además cuesta pedirle un favor porque muchas veces pone peros y parece que le pides la luna.
La palabra “no” está a menudo en su boca si le propones algo incluso en situaciones muy ordinarias (qué hacer de comida, por ejemplo). En general muestra una actitud bastante fría y no tiene una relación social normal en casa con nosotros (ver la tele juntos, viajar juntos, ir algún sitio todos). Suele estar él en su habitación viendo películas o haciendo sus cosas. Sí es verdad que le gusta ir al campo a cazar y lo hace casi cada fin de semana. Digamos que sobre eso gira casi toda su interacción social.
A menudo tiene un comportamiento un tanto peculiar que consiste en reírse/burlarse de los demás pero de forma un tanto sutil. No sé cómo explicarlo. Hay gente que quizás no se da cuenta, pero yo le conozco muy bien y sé cuándo lo hace.
De puertas para fuera, es un tanto diferente. Aunque tiene muy pocos amigos, gente de su entorno laboral y de amistades hablan bien de él destacando que es muy buena persona.
A su edad vive todavía con mis padres y, desde mi punto de vista, no sabe bien lo que es la vida/el mundo.
Con el dinero es muy poco transparente y bastante agarrado. Y a menudo parece que le cuesta compartir sus cosas.
Yo percibo que no le gustan los cambios y le cuesta hacer las cosas si no es a su manera incluso en las situaciones más tontas.
Como ves, es una persona bastante compleja y bastante difícil de llevar y de vivir con.
Agradecería muchísimo si me pudieras orientar sobre qué es lo que le puede pasar a mi hermano y cómo poder ayudarle.
Muchísimas gracias.
Víctor
Hola Víctor, aunque me das bastantes datos, me temo que no son suficientes para llegar a una conclusión clara. Aun así te haré algunas reflexiones. Habría que valorar cuáles son sus puntos de partida para analizar muchas situaciones cotidianas. Es frecuente detectar planteamientos de vida bastante rígidos basados en normas que a él le parecen adecuadas, pero que en la práctica son solo válidas para él. La vida se puede vivir con más facilidad cuando las cosas son blancas o negras, o las personas son buenas o malas. Es más fácil poner limites y decir sí o no cuando las cosas son de este modo. A personas como a tu hermano les cuesta cambiar por tener síntomas egosintónicos, es decir no tienen conciencia de que lo que hace esté mal. Quienes están mal son las otras personas.