Está claro, hay beneficios e inconvenientes por ser impaciente. Las personas que desean tener las cosas con inmediatez, tan pronto como han generado el sentimiento de deseo buscan la manera de que se haga realidad. La impaciencia favorece que se viva con intensidad cada instante. Las personas impacientes motivan a su entorno para realizar tareas, consiguiendo que sea más fácil disfrutar con cada objetivo que se plantean. A cambio, sin embargo, pueden ser personas con niveles de ansiedad más altos que la media y sienten nerviosismo si ven que no pueden alcanzar su metas.

Cuando afrontamos las rutinas diarias, nos encontramos con alguna situación, que aunque no siempre sabemos la razón, nos causa ansiedad. En esta ocasión quisiera centrarme en un mecanismo cotidiano que genera niveles de ansiedad muy altos.  Vamos a llamarle el efecto cuenta atrás.

 

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Efecto cuenta atrás

Elegir la cola adecuada en la caja del super, o de un peaje; el tiempo que tardará en dejar de llorar su hijo, el tiempo que tardará un programa en descargarse en el ordenador, lo que tardará el profesor en entregar el examen corregido, esperar a mañana para abrir los regalos, la espera para el resultado de las analíticas o las pruebas médicas, el tiempo que tardan en servir la comida en un restaurante, lo que falta para entrar al trabajar, “van a llegar a casa y aún no he recogido la casa”, “¡quiero que me deje hablar y me escuche ya!”, “se hace tarde mañana, y no me quiero levantar tarde. En cuanto pueda me voy de la fiesta”… Estas son algunas de las muchas situaciones posibles que vienen marcadas por el tiempo y que pueden activar la cuenta atrás. T

odas estas situaciones pueden verse impregnadas de impaciencia, con la intensidad y la ilusión que puede haber en ellas, pero también de la necesidad de tener ya lo que uno quiere.

Cuanto más cerca sentimos que estamos del cero en la cuenta atrás, más inquietud aparece interiormente: “10, ya llevamos media hora y aún no han servido el segundo plato… 7, no sé si me dará tiempo a tomar un postre, me queda nada para tener que ir a trabajar… 3, he pedido el postre pero a los de al lado se lo han traído y a mi no… 1, si no viene en un minuto pago y me voy…”

Podemos crearnos una cuenta atrás a cada momento, convirtiendo el día en una carrera muchas veces sin necesidad. Lo que está detrás es el deseo de llegar a todo, calcular lo que nos da tiempo a hacer y resolver lo que nos lo impida. El problema es que con frecuencia el resultado es el malestar. El querer hacer siempre valoraciones sobre el tiempo que nos falta para acabar o conseguir algo, causa ansiedad y de manera muy potente.

 

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La cuenta atrás

La cuenta atrás es un estrategia que se utiliza frecuentemente con los niños y en donde se observa claramente su potencia para acelerar la obediencia de una orden: “Te cuento hasta tres, si no te vas a lavar los dientes, mañana no vas a fútbol. 1… 2…” Y normalmente no llega el 3 (a no ser que usemos demasiado a menudo el truco). Cuando lo hacemos sobre nosotros mismos podemos también excedernos con la presión y acabar usando la estrategia para cada reto del día. Si eso llega, la ansiedad también lo hará.

Parar esta tendencia a crear una cuenta atrás es fundamental para poder estar calmados en el día a día. Para ello hay dos estrategias de las que he hablado en otras ocasiones en PsicologodeCabecera.com que son fundamentales: hacer predicciones realistas y saber hacer renuncias. Es difícil que simplemente porque nos los digamos, seamos capaces de dejar de presionarnos con el tiempo. Antes es necesario saber dónde están nuestros límites, es decir hasta dónde llega nuestra capacidad para hacer cosas en un mismo tiempo, hay que estar dispuesto a afrontar no hacer una tarea y sus consecuencias, antes de decidirnos a dejar de lado la presión del 3… 2… 1… 0!

Un contexto en el que se observa claramente el efecto negativo de la cuenta atrás, es cuando las personas con episodios de ansiedad intensa buscan alejarse ciertas situaciones o sensaciones: taquicardiasespasmos en el intestino… El miedo hace que la persona negocie consigo misma salir o no de un cine, parar o no el coche en la carretera al estar algo mareada… Esto hace que las personas se digan “aguanto un poco y cojo el siguiente desvío (10, 9, 8, 7… 0!)  La ansiedad se dispara cuanto más cerca se ve la salida pero aun no se puede.

Si usted detecta que uno de sus errores frecuentes es éste, lea detenidamente los dos artículos: predicciones realistas renuncias  ponga en práctica las propuestas que en ellos se hacen. Le ayudará a bajar sus niveles de malestar.

 

Pros y contras de la la impaciencia

La felicidad se asocia con la capacidad para ponerse metas que nos estimulen y nos “hagan competir” con nosotros mismos, dándonos una referencia de nuevos logros y diciéndonos hasta dónde somos capaces de llegar. La impaciencia puede ser el combustible para querer medir nuestras capacidades. Puede ilusionarnos potenciando el querer probar cosas, pero si se nos va de las manos podrá ser responsable de elevados niveles de ansiedad, angustia, e incluso de sentimientos de peligro sin ninguna causa clara que lo justifique. Aquí surge una pregunta. Si la impaciencia es un motor para ser feliz, entonces ¿dónde empieza a ser un problema?

Hace un tiempo comentaba en un artículo que se puede ser ansioso pero feliz, y este puede ser el caso cuando la impaciencia es muy elevada. Se puede ser feliz pero tener niveles de ansiedad física y emocional que reduzca la calidad de vida de la persona que la padece. Se puede ser impaciente deseando caer bien, al querer una respuesta a una pregunta, al querer certezas sobre situaciones que no dependen de uno mismo, al querer responder rápido a algo, al querer que el otro se calle rápidamente para poder dar nuestros argumentos, al querer que finalice una conversación, un trabajo, saber ya el diagnostico tras la realización de unas pruebas médicas… La verdad es que son muchas las situaciones que a lo largo de un mismo día pueden estar detrás de nuestra ansiedad.

 

Las prisas…

Es bueno que reflexionemos sobre nuestras prisas, ya que aunque no son las únicas razones por las que la ansiedad puede aparecer, ésta es una de las causas más frecuentes. A menudo me encuentro con personas que vienen a consulta tras largos periodos de ansiedad, en los que han hecho cambios para dar menos importancia a las cosas y poder sentirse más calmados, y aún así la ansiedad persiste. Se ven algo desconcertados. Cuando valoran la impaciencia como causa, les parece que no es relevante. Lo ven como una forma de vida, “soy apasionado, soy así”, pero no caen en la cuenta de que del apasionamiento a la ansiedad a veces no hay tanta distancia.

 

No es mala la impaciencia, sino gestionarla mal

Si domina la vida de una persona repitiéndose a diario, y cronificándose en el tiempo, lo que era una buena razón para levantarse se puede convertir en un estado de angustia constante. No nos olvidemos que tras la impaciencia suele estar la tendencia a ser exigente y el deseo de alcanzar metas, a menudo sin pensar en si son razonables o si el coste será excesivo. Hay que pararse y de vez en cuando “obligarse” a retrasar el momento de conseguir nuestras metas. Probablemente será menor el malestar por posponer, que la angustia por conseguir algo inmediatamente.

En conclusión: si nos impacientamos en exceso, estaremos viviendo el presente centrados sólo en el futuro. Por tanto no disfrutaremos de lo que hacemos y estaremos agobiados de forma continuada. Poder reflexionar sobre nuestras obligaciones y asignar tiempos realistas a cada tarea, nos dará calma y mayor capacidad para disfrutar.

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