Se ha acuñado el término fatiga pandémica, desde la Organización Mundial de la Salud, para definir la desmotivación general a la hora de seguir las recomendaciones de salud, bajando los niveles de alerta y cuidados ante el coronavirus. Este cansancio y relajación en las medidas sanitarias está producida por el estrés crónico generado por la situación prolongada de pandemia mundial de Covid-19.
El estrés y la ansiedad que en principio son adaptativos, para activarnos y resolver un problema, provocan un desajuste físico y emocional cuando se prolonga demasiado, pudiendo llevar a síntomas somáticos crónicos de la ansiedad, depresión…
Para evitar estas consecuencias, y como medida inconsciente de supervivencia emocional, se rebaja la conciencia de peligro, o incluso se niega su existencia, para poder actuar con menos precauciones, en una ilusión de “normalidad”, sin sentirse culpables o incoherentes.
Pero el Covid está en todo y afecta a todo desde hace un año: noticias, calle, trabajo, conversaciones, supermercado, ocio, vida social… Es difícil abstraerse y de una u otra manera todos sufrimos las consecuencias. Por lo tanto, el hartazgo y cansancio emocional es habitual. Se dan emociones como apatía, desesperanza, frustración, tristeza, … Pero también se puede pasar con frecuencia, y a veces como evitación de estas emociones, a sentirnos irritados, enfadados y movilizarnos a la queja o a ciertas acciones de protesta.
Estudios sobre el desgaste
Parece, según estudios, que las mujeres están sufriendo más esta fatiga pandémica y la explicación, además de la mayor prevalencia general de depresión y ansiedad en mujeres, se debe a que son principalmente las encargadas del cuidado, tanto profesional como familiar, de enfermos y dependientes, de ocuparse de las tareas del hogar y la organización familiar, y por tanto con una carga mental habitualmente mayor y menos tiempo para su ocio y descanso, favoreciendo muchas veces el desarrollo profesional de las parejas a costa del suyo o de su autocuidado. Esto se ha incrementado en tiempos de pandemia, con lo que no es de extrañar que sean las mujeres quienes más estén sufriendo el Cansancio pandémico.
También los jóvenes acusan el año de restricciones sociales y de ocio con más intensidad, debido a su estilo de vida, que ha sido truncado, cuando aún no han alcanzado la madurez en gestión emocional, resiliencia, paciencia, resistencia a la presión social y análisis de las consecuencias o percepción del riesgo. Esto los hace especialmente vulnerables a saltarse las normas, poniéndose y poniendo en riesgo, cansados de no poder relacionarse adecuadamente, divertirse, incluso formarse o lanzarse al mundo laboral que cada vez se les pinta más negro.
Qué hacer para evitar la fatiga pandémica:
- Reconocer los pensamientos al respecto; ya que según pensemos así nos sentiremos. Además de intentar no dejarnos llevar por ideas falsas y extremas o improbables, buscar alternativas para las ideas que, siendo negativas y desagradables, son ciertas. Busquemos soluciones sin anclarnos en el problema.
- Gestionar las emociones: ciertas emociones son adecuadas dada la situación, y debemos aprender a aceptarlas. Negarlas supone un mayor desgaste. Se trata de normalizarlas y saber distraernos para no dejarnos arrastrar por ellas.
- Tener buenos hábitos y actividades agradables: que nos reporten satisfacción y compensen las experiencias negativas. Buscar actividades adaptadas a la situación y limitaciones actuales.
- Mantener el contacto social aunque guardemos distancia: además de a través de los medios de comunicación y nuevas tecnologías, podemos tener contacto manteniendo las medidas de seguridad sanitaria recomendadas. El aislamiento y soledad es un factor de riesgo en la depresión, y se puede prevenir adaptando las formas de relacionarnos.
- Reducir la información sobre Covid: intentar que no sea el único tema de conversación, no leer o escuchar noticias continuamente, y elegir un momento para mantenerse informados sin saturarnos.
- Buscar apoyo y ayuda: si los síntomas de malestar son muy intensos o duraderos es conveniente compartirlos con nuestra red de apoyo familiar y de amistades y buscar ayuda psicológica profesional para gestionar estas emociones antes de que se cronifiquen.
Psicóloga general sanitaria. Máster en psicología clínica y de la salud.
Silvia es asesora clínica de azor & asociados. Trabaja principalmente con parejas y adultos, aunque su excelente formación le permite trabajar con adolescentes y niños también. Es una persona de trato fácil. Sabe escuchar y ofrecer ayuda eficaz. En el centro nos encanta trabajar con ella. Siempre aprendemos algo nuevo.
Sus artículos publicados en este y otros sitios web dan más datos sobre su profesionalidad y capacidad para comunicar soluciones clínicas
La carga emocional de enfrentarnos a un virus que traía la muerte escrita en sus cinco letras nos llegó de golpe sin previo aviso y eso nos golpeó de tal manera que quisimos protegernos sin saber muy bien cómo. Una carrera contrarreloj en la que muchos quedamos exhaustos y otros cerraron los ojos por miedo a ver aquello que temían.