Es frecuente oír la frase: la gente no cambia.

La gente que acude a azor & asociados lo hace con una motivación principal: hacer cambios en su vida para conseguir mejorar en algún aspecto de su personalidad. Para conseguirlo han de aprender nuevas estrategias, y han de cuestionarse algunas premisas con las que se enfrentan a su vida cotidiana.

El motor principal para querer cambiar es tener algún tipo de malestar, y querer eliminarlo. Desde luego se puede conseguir cambiar con otras motivaciones, como puede ser el mero deseo de cambiar, pero no siempre es un impulso tan poderoso como el de querer alejarse de algo que molesta: sentirse nervioso a diario, sentir pena, tener la sensación de enfado constantemente…

 

Pero entonces, ¿La gente cambia o no?

Pues para ser exactos lo que se cambia es la manera de afrontar las cosas, la vivencia que tenemos, el cómo nos afectan los problemas, o en cómo disfrutamos de la vida. Es decir que podemos cambiar en temas muy esenciales, consiguiendo grandes beneficios en nuestra vida. En donde no se cambia realmente es en los rasgos de personalidad. Quizás para aclarar mejor esto, antes habrá que definir que es la personalidad. La personalidad podría decirse que es esa forma de ser en la que incluiríamos los sentimientos, los pensamientos y como no, la conducta, que se mantiene más o menos estable en el tiempo y que llega a definir a la persona.

El desarrollo de la personalidad se inicia desde la temprana infancia e intervienen diferentes factores como pueden ser la biología, los modelos que tenemos más cercanos, los límites educativos, las situaciones más o menos traumáticas, etc. Tener una personalidad fóbica, obsesiva, evitativa, desconfiada… no acarrea ningún tipo de problema. Todos los estilos de personalidad son adecuados para hacer frente a la vida, en cualquier caso si pasamos de las características al trastorno de personalidad, allí es donde pueden surgir las dificultades. Dicho de otro modo, no pasa nada por ser extrovertido, o por ser vergonzoso, el problema viene cuando esas características dificultan el afrontar el día a día, y comienzan a dejar secuelas.

 

Todos los estilos de personalidad son adecuados para hacer frente a la vida

 

 

Se puede cambiar la importancia que se le da a las cosas, o la vergüenza que se siente ante la evaluación de los demás, lo que no se cambia es la necesidad de llamar la atención, o el gusto por ayudar a los demás… Hay un núcleo que tiende a ser muy sólido e inalterable, y desde allí es donde podemos conseguir que las características de cada uno sean satisfactorias y no produzcan bloqueos.

La gente no cambia si no tiene un razón poderosa para hacerlo. Si la persona está motivada, y tiene la convicción de querer cambiar, se puede conseguir. Con la guía adecuada y el esfuerzo continuado los avances se consiguen, y se mantienen en el tiempo. Cabría añadir que determinadas experiencias intensas, muy a menudo traumáticas precipitan cambios de personalidad, pero en esta ocasión son no deseados y con efectos secundarios no siempre predecibles.

 

 

Cuando se quiere modificar algo, pero en realidad no se está dispuesto a afrontar las consecuencias que se derivan de ello, hace que los cambios no lleguen o tarden en hacerse realidad. Pongamos un objetivo concreto: “Quiero que me importe menos lo que piensen de mi”. Habría que ver hasta qué punto la persona está dispuesta a pasarlo un poco mal al expresar una necesidad, o al plantear un desacuerdo. Si no se afronta el malestar, no se puede aprender a afrontar la vida de otro modo. En el artículo sobre pautas y tareas en psicoterapia profundicé bastante sobre este tema.

No se puede cambiar la tendencia a ser obsesivo, pero sí la forma de gestionarlo

 

Por tanto eso de que la gente no cambia es una verdad a medias, se puede cambiar aunque no siempre es fácil conseguirlo. La psicoterapia y especialmente la terapia cognitivo-conductual, suele ser el modo más abreviado de conseguirlo.

 

 

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