Vivimos orientados hacia el futuro y anclados en el pasado. Nuestro día a día discurre entre pensamientos que tienen que ver con futuras compras, organización de vacaciones a meses vista, planificación de dietas, pensar en qué haríamos si tuviésemos un mejor empleo, etc. Todo esto son pensamientos en los que la esperanza entra en juego. Por otro lado, cuando uno baraja con el futuro en mente también el miedo hace su aparición en el tapete de la existencia: miedo a no poder conseguir aquello que ansiamos, a no poder irnos de vacaciones, a perder el empleo que tenemos aunque en realidad soñemos con otro…

El filósofo racionalista Spinoza dejó escrito que “no existe esperanza sin miedo ni miedo sin esperanza”. Así pues, son dos caras de la misma moneda que se basan en aquello que está en nuestra imaginación y nos impide vivir la única realidad que poseemos: el presente.

 

Vivimos orientados hacia el futuro y anclados en el pasado

 

Vivimos en sociedades basadas en el miedo y la constante previsión de desastres. Por otro lado, muchas veces nos pasamos la vida volviendo la vista atrás, con constantes remordimientos y arrepintiéndonos por algo: “he dejado pasar mi oportunidad”; “No sé si habré hecho bien eligiendo esta profesión”; “Me estoy perdiendo lo mejor de la vida si me comprometo con Juanito/a”. Una de las expresiones de este continuo remorder de la conciencia es el trastorno contemporáneo conocido como FOMO (Fear of Missing Out), por sus siglas en inglés. Es decir, el miedo a estar perdiéndose algo. ¿Qué nos estamos perdiendo? Aquello que imaginamos: si estamos en una playa del mediterráneo con un tiempo maravilloso pensamos que podríamos estar mejor en una del sureste asiático.

 

mindfulness

 

Si la persona que nos acompaña en la playa es nuestra amada pareja quizá nos dé por pensar que estaríamos mejor solteros en un festival de música que se celebra en la otra punta del país. Quizás este miedo, que es una forma de ansiedad social, tenga su correlato en lo que en economía se conoce como coste de oportunidad. Tal vez estemos aplicando leyes económicas a la existencia. Por último, la era internet nos ha acostumbrado a lo que conocemos como multitarea: tratamos de aplicar en la vida las funcionalidades de los navegadores de internet, con pestañas que se expanden hasta el infinito y más allá; por otra parte, las redes sociales y las webs hacen que cada vez leamos más en diagonal y que saltemos de un enlace a otro como un mono de liana en liana. Así, nuestra mente se convierte también en lo que los anglosajones llaman monkey mind, o sea mente de mono.

 

Centrarnos en el presente y desarrollar la atención es primordial para lograr el bienestar

 

Gran parte de las filosofías y religiones a lo largo de la historia han centrado su discurso en la importancia de vivir el presente y desdeñar aquello que solo tiene lugar en nuestra mente, esto es, futuro y pasado. Desde Epicuro a Spinoza, pasando por Buda hasta el psicólogo Albert Ellis. ¿Qué sentido tiene esta exigencia en nuestros días? Según lo explicado antes, todo.

Centrarnos en el presente y desarrollar la atención debería ser algo primordial para lograr el bienestar. Así pues, una de las expresiones de este objetivo secular es lo que se conoce como mindfulness. Este término no tiene una traducción exacta al castellano pero se suele traducir como atención plena o meditación. En efecto, de lo que se trata es de desarrollar plenamente la atención y focalizarla en aquello que estamos haciendo en cada momento. Centrarla en el aquí y ahora.

El mindfulness es una búsqueda de la conciencia activa y reflexiva; busca que seamos plenamente conscientes de nosotros mismos y de las cosas. A su vez, busca que esta experiencia sea no valorativa. Se trata de no juzgar y de no juzgarnos y aceptar la experiencia como surge. Emociones, sentimientos y pensamientos deben ser vistos como si fuésemos testigos de nuestra propia consciencia. Según Miguel Ángel Vallejo Pareja, en psicología el mindfulness “plantea en términos positivos cómo orientar la atención y la actividad, adecuándose de forma abierta a cada situación y señala de forma implícita los problemas que pueden derivarse de no centrarse en el momento presente en las condiciones señaladas”.

 

 

Elementos principales del mindfulness

  • Centrarse en el momento presente: se trata de centrarse y sentir las cosas tal como suceden, sin el deseo de controlarlas. No se trata de forzar los sentimientos de ira o de tristeza con tal de reprimirlos para cambiarlos por otros positivos. Se trata de que uno se coloque (o le coloque el terapeuta) en posición de testigo de lo que experimenta ante determinados estímulos o situaciones. Esto permite que cada experiencia sea vivida cuando toca, sin pensar en lo que pudo suceder o lo que debería suceder. Visto desde la psicología, esto permite comprender mejor qué nos pasa y comprender es, al fin y al cabo, dominio.
  • Apertura a la experiencia y los hechos: centrarse en aquello que sucede en el presente permite una expresión que no esté filtrada excesivamente por aquello que nos decimos acerca de lo que sentimos. Tampoco por las instrucciones que nos damos para reprimir algo que nos hace sentir mal y acabamos peor, como cuando nos sentimos culpables por sentir ansiedad y nos decimos que no podemos sentirla. Si contemplamos nuestra ansiedad sin juzgarla conoceremos mejor cuándo la experimentamos y –aunque parezca paradójico- no nos causará ansiedad el forzarnos a no tenerla.
  • Aceptación radical: según Vallejo, la aceptación plena de lo que experimentamos sin valorarlo permite que no lo rechacemos. (…) “el malestar, el enfado, la contrariedad no es algo de lo que se haya de huir, sino que forman parte una experiencia humana que es preciso vivir. Esto contradice en gran medida ciertos tipos de mensajes que se transmiten socialmente, e incluso desde el ejercicio profesional de la psicología: el malestar es negativo, debe reducirse la ansiedad, controlar el estrés, reducir los pensamientos negativos, etc.”

 

apertura, aceptación, elección, vivir el presente

 

  • Elección de las experiencias: este punto es importante para aclarar que el mindfulness no consiste en pasarse el día papando moscas. No hay que olvidar que uno elige aquello en lo que quiere volcar su atención plena de forma activa. De este modo elige qué observa, qué no juzga y en qué se implica. De otro modo, uno se pasaría la vida de un estímulo a otro, sin dar oportunidad alguna al conocimiento.
  • Control: se trata de que la persona no busque controlar sus reacciones, sentimientos y emociones. La intención es experimentarlos tal y como se producen. Por supuesto, esto no significa que los elementos que regulan las emociones, la fisiología y el comportamiento no se produzcan pero sí que no se busquen de modo directo. Si en lugar de tratar de controlar el miedo, la ira, el malestar o la tristeza los experimentamos como tal podremos conocerlos mucho mejor y, de este modo, los dominaremos. Recuerda Vallejo que el efecto que puede producirse sobre esas emociones será de naturaleza indirecta. Un ejemplo claro es el de la tristeza. Si uno está moderadamente triste y se enfada por estarlo o se siente culpable está añadiendo más problemas donde solo había uno. Si, por el contrario, experimenta esa tristeza sin juzgarla y sin juzgarse tiene muchas más posibilidades de averiguar el origen de la misma y cómo conducirse a través de ella.

 

El mindfulness busca que seamos plenamente conscientes de nosotros mismos y de las cosas

 

El mindfulness es, pues, varias cosas: filosofía de vida, un tipo de meditación y una forma de vivir el presente. En resumen: una forma de estar en el mundo. Por otra parte, como nos recuerda Vallejo, en psicología se ha pasado a considerarlo como “un constructo de personalidad. Se pretende medir cuánto mindfulness tiene una persona y cómo puede afectar esto a diversas dimensiones psicológicas, así como procesos concretos”. También se lo ha considerado como una técnica dentro de determinadas terapias, como la terapia de aceptación y compromiso.

 

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