Estar enfadado es un estado anímico negativo, y por tanto a priori no es algo deseable. Las personas que se sienten enfadadas, y notan que en el fondo están a gusto con esta sensación, es como consecuencia de un proceso psicológico que merece la pena entender.

El enfado consume bastantes recursos energéticos en las personas. Nos desgasta física y emocionalmente, y por esta razón lo normal es que tendamos a evitarlo. Las causas más frecuentes del enfado son:

  1. La frustración por no conseguir algo que se siente como necesario y merecido. Este sería el caso de una recompensa económica, no ganar en una competición en la que se ha luchado mucho por conseguirla
  2. Alguien se comporta de manera ofensiva hacia nosotros o hacía alguien cercano
  3. Injusticias.
  4. Planes que se truncan por descuidos, o aspectos que no se habían previsto.
  5. Afirmaciones que otros hacen sobre nuestros comportamientos o las razones que están tras ellos. Nos sentimos ofendidos.

 

Para combatir los enfados podemos usar la racionalización, es decir buscar argumentos racionales que suavicen el impacto de algunas de las causas descritas sobre nosotros. Minimizar el valor negativo puede calmar considerablemente el malestar. A veces el problema es que ese intento de suavizar la situación puede enmascarar autoengaños, que traigan consigo otras consecuencias u otros enfados.

También podemos hacer frente al enfado dialogando, argumentando, o incluso discutiendo con otras personas. Defender nuestra idea puede conducirnos a la calma, pero también puede precipitar un conflicto.

 

Los conflictos y estar enfadado

En lo que hace referencia a los conflictos específicamente, podríamos decir que es otra fuente más de desgaste y consumo de energía. Es vital analizar los conflictos y cómo nos afectan para poder entender cómo estar enfadado puede llegar a ser agradable.

Hacer frente a un conflicto implica varias cuestiones relevantes:

  • Podemos excedernos y explotar con demasiada intensidad. Esto puede producir vergüenza, miedo a romper relaciones sin necesidad, que se nos juzgue como exagerados o descontrolados.
  • Existe también la posibilidad de quedarnos cortos y acabar haciendo lo que los demás quieren que hagamos. Esto sería malo para la autoestima, y no apetece vivir ese escenario.
  • ¿Habremos interpretado bien los hechos? ¿Me estaré precipitando? No tener clara la respuestas a estas preguntas, nos suele hacer cautos, y nos suele llevar a valorar más opciones por si acaso.

 

estar enfadado

 

Un aspecto más antes de conectar estos elementos y poder explicar cómo estar enfadado es relajante. Las características de personalidad y las habilidades que se han aprendido para gestionar el conflicto, las necesidades individuales y la opinión que otros tengan de nosotros, será determinante para decidir cómo comportarse: dialogar, explotar, ser tajante, ser ofensivo y amenazante…

Las personas que toleran mal los cinco puntos del principio, tenderán a saltar con más facilidad. Ver las cosas como buenas o malas, ayuda mucho a sentir clama a la hora de afrontar el conflicto. Uno siente que los peros están superados. No hay miedo a excederse, y no importa quedarse corto, la rabia da sensación de fuerza y seguridad. Cuando además existe una buena capacidad para expresarse y convencer; la comodidad para hacer frente a los conflictos se multiplica. Puede llegar a ser un modo de sentir seguridad y mejorar la autoestima. Quien siente que está lleno de razones «se relaja». Pierde los temores y se enfrenta al conflicto con mucha más soltura.

Por tanto estar enfadado tiene una parte relajante. Tiene su lado malo, pero de cara a hacer frente a las necesidades es una manera de conseguirlo. Además se puede transmitir seguridad, que se es una persona con criterio, y con capacidad para entender lo que está bien y mal. Decir las cosas con convicción ayuda a que se acepten los argumentos más fácilmente.

Por supuesto, aquellas personas que se exceden en su tendencia al enfado, polarizarán más las conversaciones, y generarán más rechazo. La gente se aleja de aquellas personas que tensan, amenazan y critican con mucha frecuencia. Las comienzan a ver como personas tóxicas y al final prefieren no estar cerca.

Gestionar el conflicto adecuadamente implica haberlo vivido más veces y haber aprendido a soportar bien la opinión negativa, y eso, es práctica y repetición. En el artículo titulado «una técnica para que la opinión de los demás nos dañe menos», puedes leer más sobre esto.

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