Parece que hay muchas formas de querer a una pareja, como hay muchas definiciones del amor. Hay una que me viene bien para este artículo, es la que  suma varias emociones: amar es necesitar al otro, querer poseerle, querer la seguridad que te ofrece el otro, atracción física y emocional, es el deseo de formar parte de la vida del otro, es el deseo de que te vean con la otra persona, el orgullo por estar juntos, querer darle felicidad, protegerle, cuidarle… Me gusta esta definición porque deja claro que hay muchas formas de querer, y suma muchos aspectos distintos. Dependiendo de la personalidad de cada uno, de las inseguridades, de cómo fueron las experiencias anteriores con otras parejas, los modelos que hemos recibido, etcétera, así será la forma de querer de cada uno.

querer a una pareja azor & asociados

Un error a la hora de querer a una pareja

Vamos a hablar de un error en la manera de comunicarnos que es muy frecuente en la relación de pareja, pero que también se produce cuando queremos negociar o defender alguna necesidad ante alguien. Es más frecuente cuanto más cercana y mayor  es la confianza. Pero ¿Cuál es ese error?

Voy a darle algo más de misterio. Digamos que el error del que hablamos va a producir grandes conflictos y la sensación de que los demás deberían cambiar y no lo hacen. Cuando se comete este error se tiende a juzgar a las personas como injustas y se tiene la sensación de que no te entienden. Así pues parece que es importante detectarlo y hacer algo para cambiarlo.

Entonces, ¿quieres saber cuál es ese error? Ya casi. Tiene que ver con la empatía. A veces creemos que cuando alguien nos dice algo que nos molesta, podremos hacer que entienda qué es lo que nos ha molestado sin decírselo. Queremos que empatice con nosotros y que él solo se percate de lo que nos incomoda. Podemos intentar que el otro se dé cuenta siendo agresivos o sólo sutiles, pero siempre con el deseo de que sea el otro quien lo entienda y cambie. Un ejemplo en la relación de pareja que tiene que ver con las familias de cada uno:

– “Yo este año paso de ir al cumpleaños de tu madre”.
– “¿Y eso por qué?
– “Tú este año no quisiste venir al cumple de mi hermano. No veo porque tengo que dejar de hacer otras cosas por estar con tus padres este fin de semana”.

La idea que hay de fondo es que no queremos conflictos, y esperamos que el otro nos lo ponga fácil cambiando algo que los evite, o que aprenda por medio de nuestro comportamiento o frases, a no comportarse de una manera que nos ofenda.

 

 

Empatia inversa o empatía negativa

Démosle un nombre a este error: empatía inversa o empatía negativa: «te fastidio para que te pongas en mi lugar». La frase que puede definir este comportamiento es: “si no te gusta lo que te estoy haciendo, entonces no me lo hagas tú”. La verdad es que al escribirlo me parece una frase aplastante e irrebatible. Claro que el otro no lo percibe del mismo modo. Lo que recibe es otra frase: “No me fastidies. Si no quieres perder no me tientes. Te voy a hacer sentir mal y así sabrás quién es el que tiene razón, y quién gana en esta lucha”. Es decir, que se establece una pugna por tener razón e imponer al otro su verdad. En absoluto se potencia la empatía sino el conflicto.

Cuando no se está seguro de la pareja y se necesita pruebas del amor, y también cuando hay tensiones y malestares, es muy frecuente que se mida el amor del otro en función de un criterio bastante peligroso: “¿A que estarías dispuesto a renunciar por mi?”

 

No querer vivir el malestar que produce el plantear algo conflictivo

 

Cuando a lo anterior se le une el no expresar de manera clara las necesidades que tenemos, y se usan estrategias como la empatía inversa, todo se complica. En estos casos, aun habiendo mucha atracción y deseo físico, lo normal es que todo sea bastante tenso y conflictivo en la relación de pareja. Si usamos esta empatía negativa, no potenciamos que nos entienda el otro. Le estamos diciendo: “te fastidio para que te pongas en mi lugar”.

 

Empatía inversa, agresión pasiva

La empatía inversa está centrada en un modo de comunicación “agresivo pasivo“, en el que esperamos que los demás nos entiendan gracias a la presión que ejercemos sobre ellos. La fantasía que está detrás es la de que comunicándonos de este modo la tensión será menor y los conflictos es posible que no se produzcan si el otro hace lo que tienen que hacer, o deja de comportarse de la manera que no nos gusta. Digo que es una fantasía porque en la práctica estos comportamientos generan tensiones y muchos malos entendidos, rara vez los evita. En lugar de evitar conflictos los potencia cargando de razones y enfado a cada una de las partes.

La manera de combatir la empatía inversa es usando la asertividad. Hay que definir las necesidades afrontando que el otro se moleste o no entienda la petición. Conocer las principales técnicas asertivas y afrontar correctamente los conflictos garantiza mayor tranquilidad en la relación de pareja.

querer a una pareja empatía inversa

 

En absoluto se potencia la empatía sino el conflicto

Si no se quiere generar conflictos puede optarse por no pedir lo que se necesita, esperando que el otro se dé cuenta de lo que queremos sin necesidad de pedirlo directamente. Nos podemos enfadar porque para nosotros es muy evidente cómo se debe actuar, y cómo no; pero en realidad lo que dificulta la comunicación es no querer vivir el malestar que produce el plantear algo conflictivo. El otro puede sentirse incómodo ante una petición, puede creer que es una muestra de egoísmo, o que es caprichoso o innecesario. Ante el choque que se puede producir es posible que decidamos entender al otro y no generar más tensión, que mostremos incomodidad pero sin ser claros sobre lo que nos molesta, o que finalmente explotemos.

 

Alternativas a la empatía inversa

Por tanto la clave es ser capaz de expresar lo que queremos y afrontar el malestar de los demás al recibir nuestros comentarios. Si quieres algo de tu pareja ten en cuenta estos titulares: ¿Tienes claro lo que va a decir?, sabes cuándo y dónde quiere hablarlo?, escucha activamente, ajusta expectativas, ¿Pensaste alguna alternativa por si la conversación se atasca?, ¿Sabes gestionar el enfado?.

Los psicólogos clínicos enseñamos a nuestros pacientes infinidad de trucos, habilidades y procedimientos para gestionar dificultades del día a día. Cuando se producen las discusiones de pareja no siempre somos capaces de discutir defendiendo nuestra necesidad y asumiendo la capacidad de cambio real del otro. El hecho es que podemos superar con solvencia cualquier discusión, acabar rápido con ésta, y encima, lograr no quedar como el malo de la película.

Las discusiones no son siempre evitables, a menudo hay que afrontarlas para conseguir que las relaciones de pareja prosperen y avancen.

 

1. ¿Tienes claro lo que va a decir?

Pensar en lo que se va a decir puede ser visto como algo artificial, pero la realidad es que es fundamental saber qué se quiere decir, porque de no ser así lo más normal es que nos apartemos de nuestro objetivo y acabemos discutiendo o cediendo demasiado pronto.

Cuando las discusiones surgen repentinamente y no se ha preparado lo que se quiere decir casi siempre se polarizan y se lleva al ataque o a la defensa de una posición, no a la explicación de sentimientos y a la expresión de necesidades.

Cuando no se consigue transmitir lo que se desea, y además crece la impaciencia porque el otro entienda que ha de hacer un cambio, lo normal es que empiecen a establecerse círculos viciosos bastante improductivos. Es común que el deseo de resarcirse por el malestar que ha producido el otro, haga que no haya meta alguna en el diálogo excepto la mera discusión.

 

2. ¿Sabes cuándo y dónde quieres hablarlo?

El calentón suele ser mal consejero a la hora de conseguir ganar discusiones de pareja. Si no se elige cuándo y dónde se quiere tener la conversación puede haber muchas menos posibilidades de ganar o de defender las posiciones de cada uno.

Es bueno observarse e identificar si se tiene el estado de ánimo adecuado para discutir. Es verdad que no puede retrasarse indefinidamente, pero es fundamental tener la actitud adecuada. Si la tendencia es que cuando discute con su pareja exploten, busque un lugar público, concurrido, con algo de intimidad pero que pueda limitar en algún grado gritos y malos gestos gracias a las miradas de otras personas. También suele ser buena idea quedar un día a una hora, como una cita, para que sea más fácil organizarse e incluso predisponerse positivamente.

 

3. Escucha activamente

Parece que cuando estamos más enfadados tendemos a querer exponer todos nuestros argumentos para que el otro los entienda lo antes posible. Lo que ocurre es que normalmente en las discusiones de pareja el otro también quiere hablar mucho y que se le entienda, por lo que los ritmos normalmente se van a ver alterados. Si es capaz de plantearse escuchar un 75 y hablar un 25 por ciento, tendrá muchas más posibilidades de ser atendido y entendido por la otra parte. La cuestión es que si quiere ganar las discusiones no tiene otro remedio que escuchar primero para poco a poco hablar después.

Si está dispuesto a hacer el esfuerzo y probar con este consejo, le recomiendo que escuche activamente, es decir, pida aclaraciones (sin rintintín) y repita con sus palabras lo que el otro dijo. Muestre que le interesó lo que escuchó, y que además lo entendió. Será más fácil transmitir lo que uno quiere y que se reciba de forma adecuada si el otro no se encuentra muy a la defensiva.

 

4. Ajusta expectativas

¿Puedes conseguir que tu pareja cambie o entienda rápidamente sus necesidades? Quizás sea más realista presuponer que no. Asigna un tiempo para llegar a acuerdos en función de cómo es el otro. Probablemente hagan falta 2 ó 3 discusiones más para llegar a algún sitio. Si estás de acuerdo con este planteamiento, no te olvides la próxima vez que inicies una discusión. Te ayudará a ajustar los ritmos.

 

5. ¿Pensaste alguna alternativa por si la discusión se atasca?

Además de poder posponer la conversación si las cosas se complican, es bueno hacer preguntas abiertas para que nos den nuevos argumentos para seguir conversando: ¿Qué es lo que te irrita de lo que te estoy pidiendo? ¿Cómo te gustaría que yo reaccionara? ¿Qué alternativa sería mejor para ti, teniendo en cuenta cómo están ahora las cosas? Normalmente al hilo de estas respuesta es más fácil continuar la conversación en ese u otro momento.

Además es especialmente útil insistir varias veces en los mismos planteamientos, pero no es necesario que sea repitiendo las mismas palabras siempre. Suele ayudar mucho unir a la escucha activa, y en concreto a parafrasear, el argumento que nosotros deseamos defender: está claro que te ha decepcionado lo que te he dicho y que tu esperabas algo diferente de mi (pausa larga) pero mi intención no ha sido molestarte, yo sólo quería que hiciéramos este plan juntos…

Hay que evitar los callejones que no tienen salida.

 

6. ¿Sabe gestionar el enfado? es vital conseguir controlarlo.

Si nos aferramos al daño que nos causa el otro cuando discutimos seremos incapaces de discutir ni de ganar en ninguna conversación. Si lo que busca es humillar o avergonzar a su pareja, la relación se desmoronará y no se podrá reconstruir.

Es importante que una vez haya finalizado la discusión se terminen también las hostilidades (directas o indirectas). Evite utilizar la empatía inversa, suele ser apetecible transmitir la idea de que si lo que te hago no te gusta, entonces no me lo hagas a mi. La realidad es que eso no es empatía sino crítica.

 

 

 

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