La asertividad dice a los demás (y a nosotros mismos) cuál es nuestro lugar en el mundo, qué barrera no dejamos pasar y qué derechos tenemos. Asimismo, la asertividad incluye nuestras opiniones personales, nuestras expresiones de desagrado ante algo o alguna situación y qué es lo que realmente necesitamos. No se trata de imponer nuestros gustos ni conseguir lo que queremos a cualquier precio. Tampoco pretende la asertividad un control o manipulación de los demás. Lo que busca es que tomemos las riendas de nosotros mismos y desarrollemos nuestra autoestima. Todo esto, expresando a los demás lo que queremos.

La asertividad es una habilidad social como lo es el contacto visual, el lenguaje corporal, escuchar… Las habilidades sociales nos ayudan a estar cómodos e incluso a disfrutar en situaciones sociales. Las personas que en situaciones sociales no se sienten bien, a menudo es porque no tienen o no saben utilizar correctamente las habilidades sociales.

Los seres humanos somos “animales sociales” por naturaleza, y por esa razón es tan importante poder obtener placer de relacionarnos con los demás. Si nos aislamos buscando nuestra seguridad en una vida solitaria, nos negamos a nosotros mismos una gran fuente de placer y satisfacción.

 

Cuando no somos asertivos

Cuando no somos asertivos no hay manera para que los demás sepan lo que queremos o cómo nos sentimos. Esto a menudo conduce a la incomprensión o tratarse de forma que no nos gustan. Pero no podemos culpar a los demás. No pueden leer nuestras mentes, y no debemos esperar que ellos saben cómo nos sentimos o lo que queremos.

El objetivo de la asertividad es expresar de una manera clara la necesidad o necesidades que tenemos. Cuando se informa a otros de nuestras necesidades,  tenemos más posibilidades de ser a ser atendidos de la manera que nos gusta. Cuando no somos asertivos, la tendencia es a usar la coacción sobre los demás, el enfado, como motor para que los demás cambien según necesitamos que lo hagan. Eso, o dejamos que los demás  nos traten como ellos quieran.

 

asertividad

 

La falta de asertividad puede ser causada porque:

  • Nunca hayamos aprendido a ser asertivos.
  • Es posible que hayamos aprendido habilidades asertivas pero en función de los éxitos o fracasos que se hayan generado, se ha potenciado o elimando como opción habitual la asertividad.
  • Por querer evitar los conflictos derivados de la negociación de nuestras necesidades.
  • Por la tendencia a estar enfadado, o necesitar estarlo para expresar necesidades.

Sin embargo, lo más importante es que con cualquier habilidad, es que con la práctica podemos aprenderlo y dominarlo.

Existen muchos manuales y libros de autoayuda en los que se proponen técnicas eficaces dentro del ámbito de la asertividad.  De nada servirán si previamente no conseguimos un estado de ánimo apropiado para  afrontar las consecuencias de ser asertivo. Es difícil expresar necesidades y que todo el mundo esté siempre de acuerdo con ellas.

 

¿Por qué son importantes las habilidades sociales?

En primer lugar, porque estar en el mundo significa relacionarse con otros de modo constante. Si nuestras relaciones con los demás son buenas se convierten en una fuente de bienestar. Por el contrario, si son malas pueden convertirse en causa de estres y de un profundo malestar.

La forma de medir si nuestras relaciones interpersonales son malas es si tenemos déficits de habilidades sociales. Las personas con pocas habilidades sociales tienen mayor tendencia a padecer  ansiedad o depresión, y trastornos psicosomáticos. Si somos socialmente hábiles nos sentiremos bien, nuestra autoestima aumentará y conseguiremos aquello que queremos sin graves consecuencias para nosotros ni para nuestro entorno.

Las habilidades sociales se expresan a través de tres estilos de comunicación: asertividad y conductas no asertivas, que son la la sumisión y la agresividad

 

La asertividad dice a los demás (y a nosotros mismos) cuál es nuestro lugar en el mundo

 

 

En el lado opuesto a la asertividad aparecen la sumisión y la agresividad. La sumisión, o inhibición está caracterizada por actitudes pasivas, retraídas, que tienden a adaptarse de modo excesivo a lo que los demás nos imponen o esperan de nosotros.  Se dejan de lado los propios intereses, sentimientos, la expresión de nuestras opiniones o deseos o el planteamiento de nuestros derechos ante los demás.

 

Entonces, ¿Cómo me comunico? ¿Transmito lo que quiero?

Comunicarnos con los demás no siempre es fácil. Nuestras emociones, nuestras inseguridades y las de los demás pueden ser frenos para hacer llegar correctamente al otro lo que queremos decir. Sentir que algo es evidente, que llevamos la razón y que así debe entenderlo todo el mundo, nos ayuda a defender ideas y necesidades, pero también nos puede hacer sentir con demasiada frecuencia decepción al ver que los demás no ven la realidad como nosotros lo vemos.

La vehemencia con la que defenderemos nuestra visión puede hacer que el otro en vez de atender a nuestros argumentos y reflexionar sobre ellos, se centre más en defenderse y explicarse. Lamentablemente, no siempre los demás nos perciben de la manera que queremos.

Para intentar simplificar la comunicación humana, podemos decir que existen cuatro modos de comunicación esenciales: la agresión, la sumisión, la agresión pasiva y la aserción o asertividad. Cotidianamente intercalamos estos modos, siendo frecuente que tendamos a unos más que a otros.

Lo más común es que evitemos la agresión debido al conflicto que ésta genera. Normalmente para evitar el conflicto, tendemos a callarnos lo que pensamos hasta que llega un punto en que no podemos aguantar más y entonces pese a no pretenderlo, acabamos explotando y soltando lo que pensábamos de una forma muy agresiva.

 

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Cuatro formas de comunicación: sumisión, agresión, agresión pasiva y aserción.

 

Dependiendo de la cantidad de normas rígidas sobre lo correcto o incorrecto que uno tiene interiorizadas, será más o menos fácil enfadarse cuando los otros rompan esas normas, y de esta forma podremos llegar a un modo de comunicación agresivo. Otras veces, por temor al conflicto, la agresión no es tan directa ni clara sino más sutil, a esto lo llamamos agresión pasiva. Un ejemplo de esta comunicación sería quedarse callado ante preguntas del tipo: “¿Vamos a dar una vuelta?, ¿Estás bien?, ¿Te pasa algo?”. El silencio en estos casos transmite mensajes del tipo “eres tonto”, “paso de ti”, o “no te enteras de nada”; así no se deja claro si uno está enfadado, ni la razón de ese enfado pero sí se transmite malestar

Si queremos conseguir trasladar al otro nuestro malestar, y sugerir cambios, es decir,  si queremos que el otro se haga cargo de algo que nos molesta, tendremos que valorar otras posibilidades de comunicación. El mejor tipo de comunicación para este objetivo es la aserción o asertividad, es decir, expresar lo que sentimos de una forma abierta y clara sin coaccionar. El problema es que hablar de una forma abierta y clara a veces lleva al conflicto, por eso puede  ser complicado defender una necesidad.

 

Manejar el conflicto es la clave

 

secreto

 

Muchas veces esperamos que sean los otros los que se den cuenta de nuestras  necesidades, y si no lo hacen parece que nos dan el derecho a enfadarnos y a solicitarlo por medio de conductas más agresivas. Éstas muchas veces son eficaces pero pueden desgastar la relación. La opción asertiva creo que es realmente interesante pero sólo si se comprendemos que no garantiza que el otro vaya a cambiar o a estar de acuerdo con lo que nosotros necesitamos. Es decir, en ocasiones esta opción conlleva cierto conflicto. Aun así con la asertividad quedará claro cuál es la opinión o el deseo que uno tiene, pudiendo defenderlo sin caer en la agresión.

Así pues, si lo que queremos es no tener conflictos lo mejor es ser sumisos, si bien es cuestión de tiempo que acabemos estallando hacia fuera o hacia dentro a fuerza de aguantar.

 

Para ser asertivos ten en cuenta las siguientes técnicas:

  • Disco Rayado: repetir el punto de vista, tranquilamente sin descuidarse por aspectos irrelevantes ( “Sí, pero… Lo sé, pero opino que… estoy de acuerdo, pero… Sí, pero yo decía”).
  • Acuerdo Asertivo: responder a la crítica admitiendo que el interlocutor tiene una parte de razón pero no en el fondo de la cuestión (“Sí me olvidé de la cita que teníamos para comer. Pero por lo general, suelo ser puntual”).
  • La Pregunta Asertiva: consiste en incitar a la crítica para obtener información que pueda utilizarse en la argumentación (“Me gustaría que me indicase en qué estoy fallando” “¿Qué debo hacer o que logros debo alcanzar para obtener una promoción en esta empresa?”).
  • Procesar El Cambio: Desplazar el centro de la discusión hacia el análisis de los aspectos relevantes (“Nos estamos saliendo de la cuestión, estamos desviándonos hablando de cosas pasadas”).
  • Claudicación Simulada: Aparentar condescender, pero seguir manteniendo la postura (“Es posible que tengas razón y esta actuando de forma dura, pero lo más importante es…”).
  •  Posponer: Ignorar la razón por la que el interlocutor está enfadado y aplazar la discusión hasta que se haya calmado (“Estás demasiado enfadado, así que ya discutiremos esto más tarde”).
  • Quebrantamiento del proceso: Responder a la crítica que intenta provocarnos con una sola palabra o frase lacónicas (“Sí… no… quizás… ”).
  • Ironía Asertiva: responder de forma positiva a la crítica hostil (“Cuando el interlocutor dice que eres un fanfarrón decir: gracias”)
  • Aplazamiento Asertivo: Aplazar la respuesta a la afirmación que intenta desafiarnos hasta que se sienta muy tranquilo (sí es un tema interesante… “Tengo que reservar mi opinión al respecto… No quiero hablar de eso ahora”)

 

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Características de la persona asertiva:

  • Se conoce a sí misma. Es consciente de qué siente y de lo que desea.
  • Se acepta de modo incondicional. Esto es, se quiere porque sí, sin depender de la volubilidad de sus logros o de la aceptación de los demás.
  • Acepta sus limitaciones pero al mismo tiempo trata constantemente de desarrollar sus potencialidades.
  • Se respeta a sí misma y a los demás. Sabe expresar y defender sus derechos reconociendo al mismo tiempo los de los demás.
  • Dentro de lo posible, elige a las personas que le rodean y, de un modo amable y respetuoso, determina quiénes son sus amigos y quiénes no.

Así pues, la asertividad tiene muchas consecuencias positivas. Entre otras cosas, facilita la comunicación y hace que nuestros mensajes sean más claros y no tiendan a malinterpretarse; convierte nuestras relaciones personales en algo más satisfactorio; mejora nuestra autoestima y aumenta las posibilidades de conseguir aquello que deseamos, lo cual revertirá en más autoestima.

 

Características de las personas sumisas

  • No saben expresar aquello que realmente sienten y quieren. Esperan que los demás lo adivinen y se sienten mal si necesitan algo y no encuentran una respuesta en los otros.
  • No se atreven a decir que no a determinadas peticiones y, si lo hacen, se sienten culpables.
  • Permiten que los demás las involucren en situaciones que les desagradan.
  • Piensan que tienen la necesidad de que todos les aprecien. Si dejaran de plegarse a la aprobación de los demás creen que todos les dejarían de querer y se hundirían.
  • Dan demasiadas explicaciones de aquello que hacen o dejan de hacer.
  • No afrontan los conflictos porque tienen miedo de expresar sus sentimientos y deseos. A veces, los han reprimido tanto que no saben ni qué desean en realidad.

Las consecuencias negativas de esta sumisión son muchas. Las personas sumisas o inhibidas tienen baja autoestima, puesto que llegan a negar sus cualidades o potencialidades. Lo hacen porque no se creen capaces de conseguir nada que esté más allá de la visión que tienen de sí mismas. Suelen entablar relaciones personales insatisfactorias, puesto que siempre tienen miedo al rechazo y a decepcionar, con lo que acaban viviendo la vida de otros. Suelen experimentar de modo habitual emociones desagradables: frustración, ira, inseguridad, insatisfacción, ansiedad, depresión, culpabilidad…El hecho de que no puedan expresarlas hace que se cronifiquen y que vivan con un constante desasosiego, favorecedor de algunas enfermedades.

Por último, nos encontramos con otra conducta no-asertiva, la agresividad. Al contrario que la inhibición, esta consiste en no respetar los derechos, sentimientos y fines de los demás. La agresividad extrema incluye también conductas de ofensa, provocación o ataque.

 

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Características de las personas agresivas

  • Expresan sus emociones y opiniones pero lo hacen de un modo hostil o amenazante.
  • Para ellas, cualquier conflicto o desavenencia es una batalla. Creen que ceder o negociar es lo mismo que perder.
  • Creen en la imposición o en la violencia para resolver conflictos. Su lema es ordeno y mando.
  • Confunden agresividad con sinceridad y coherencia personal. Creen que son válidos ante los demás porque dicen siempre lo que piensan. ¿Cuántas veces no habremos oído algo parecido a esto: “tengo que decirte algo: estás muy gordo/a. Yo es que soy muy sincero/a”.

 

Esta conducta agresiva puede llegar a ser física pero habitualmente es verbal. Se expresa en forma de amenazas, comentarios hostiles o bien de modo indirecto a través de comentarios sarcásticos. Puede ir acompañada de una mímica hostil, elevado tono de voz, etc. Los problemas derivados de la misma para la persona agredida son evidentes. Esta experimentará sentimientos de frustración y de autoestima. Asimismo, la persona agresiva también experimenta a menudo sentimientos de descontrol, enfado, odio y baja autoestima.

La persona agresiva verá también como se deterioran sus relaciones con el mundo, favoreciendo relaciones basadas en el resentimiento y la venganza o abonando día a día el surco del aislamiento. También puede ver afectada su salud física, ya que la agresividad y la ira facilitan o agravan los problemas cardíacos o circulatorios. En su forma más extrema, este tipo de conductas desembocan en actos de violencia como el maltrato familiar.

Si haciendo un examen de nuestras conductas creemos que nos estamos relacionando con el mundo de un modo no-asertivo o si nos lo ha dicho nuestro entorno, no deberíamos dudar en recurrir al apoyo psicologicoLa terapia cognitivo conductual puede ayudarnos a enraizarnos correctamente en el mundo y a conseguir tener asertividad. El filósofo Jean-Paul Sartre dejo escrito aquello de que “El infierno son los otros”. Tratemos de avanzar por ese infierno con el menor número de quemaduras posibles y abrasando a los demás lo menos posible.

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