Una estrategia sana para afrontar las adversidades y malestares del día a día puede resumirse en una idea: asumir lo que uno siente y no culpar a algo externo.
Ante las dificultades cotidianas es muy frecuente que nos centremos en lo que podría haber sido y no fue. En lo que otro pudo haber hecho y no hizo. Aunque los argumentos sean muy potentes y basados en datos concretos, a menudo nos pueden desenfocar de nuestras soluciones. Es fácil culpar a las circunstancias o a otras personas de nuestro malestar, y no plantearnos las estrategias que queremos utilizar para resolver nuestras circunstancias de vida.
Muy a menudo es necesario convivir con dosis de malestar para poder construir algo. No siempre tenemos lo que merecemos, pero normalmente sí tenemos lo que construimos. Igual no merecemos el trabajo que tenemos, ya que nuestra formación es superior a la necesaria, aun así lo normal es que si no buscamos otros trabajos, o no negociamos nuestras necesidades, o no expresamos lo que queremos conseguir, no tengamos lo que queremos. No habremos construido nada mejor.
El origen de la dificultad para responsabilizarse de lo que uno siente
Por miedo a la opinión de los demás. Cuando una persona se ve muy condicionada por la opinión de los demás, tenderá a evitar que sea negativa y/o falsa. Puede hacer por ganarse a los demás por medio de bromas, adelantarse a las necesidades antes de que se las pidan… Pero también puede delegar su bienestar en los demás, haciendo que solo se sienta bien si los demás le reconocen su esfuerzo, su buena actitud… El control de su calma o felicidad estará fuera de sí. Esto lo llamamos los psicólogos Locus de Control externo.
Por miedo al conflicto. Como en el caso de la opinión de los demás, el miedo al conflicto puede condicionar la manera en la que nos relacionamos con otros. Si no sabemos gestionarlos pagaremos un alto precio. Es frecuente que no se exprese a tiempo lo que se necesita, o el malestar que nos causa una determinada situación, y para cuando se exprese se haga explosivamente. Suele estar implícita la idea de que la culpa del malestar la tiene el otro u otros, y si bien eso es posible, lo normal es que se nos olvide lo que podemos hacer para que no ocurra, para resolverlo…
Por exceso de normas aprendidas sobre lo correcto y lo incorrecto… Cuantas más normas construimos sobre cómo debe ser una situación, más fácil es que en alguna ocasión no cuadren. A algunas personas les hace intolerantes, se enfadan con facilidad con las personas que les rodean. Sienten que las cosas son inadecuadas o injustas y de nuevo responsabilizan a los demás de sus emociones negativas.
Baja tolerancia al malestar, de fondo también con el concepto anterior, los normas. Hay personas que dan por hecho que determinados malestares y sufrimientos no deberían existir. No es un enfado hacia los demás, más bien es hacia la vida misma. En estos casos en cuanto se sienten mal caen fácilmente en la queja, buscan argumentos para concederse su malestar y a menudo lo comparten con otras personas. Esto último potencia el que otros se hagan cargo de las soluciones, y de ser así es frecuente que deleguen la calma en lo que otros hagan, y se alimente la insatisfación y la baja tolerancia a la frustración.
Hay ideas que dificultan el asumir y afrontar las adversidades, a afrontar lo que sentimos y el ponernos manos a la obra para resolverlo. Estas pueden ser alguna de ellas:
Ideas asociadas a nuestra autoexigencia:
- Debo encontrar una solución perfecta para este problema
- Es de egoístas anteponer mis necesidades a las de los demás.
- Es vergonzoso equivocarse. Debería tener la respuesta adecuada para cada situación. “Antes de hacer nada debo asegurarme de no equivocarme”.
- Si no puedo convencer a los demás de que mis sentimientos son razonables, entonces tienen que ser equivocados.
- Debo respetar los puntos de vista de los demás, sobre todo si tienen alguna autoridad.
- Debería intentar ser lógico y coherente en todo momento
- Debería ser flexible y adaptarte. Los demás tienen buenas razones para actuar como lo hacen, y es una falta de educación ponerlos en tela de juicio.
- No debo preguntar a los demás, preguntar revela mi estupidez.
- Las cosas podrían ir peor, no tientes al destino.
- No debería hacer que los demás pierdan el tiempo con mis problemas o adversidades.
- La gente no quiere oír que estás mal, guárdatelo.
- Cuando alguien se toma la molestia de avisarme de algo, debería tomártelo muy en serio. A menudo llevan razón.
- Saber que he hecho algo bien es mi recompensa. La gente no quiere alardes. Se tiene antipatía y envidia en secreto a las personas que tienen éxito.He de ser modesto cuando se me elogie.
- Debería amoldarme a los demás en todo momento.
- No seas antisocial. La gente va a pensar que no les gustas si dices que prefieres estar solo en lugar de con ellos.
- Debería tener siempre una buena razón para decir lo que digo y sentir lo que siento.
- Tendría que ayudar siempre a quien tiene un problema.
- Debería ser sensible a las necesidades y los deseos de los demás, aunque no sean capaces de decirme lo que quieren.
- Tengo que medir bien mis palabras para que a los demás no les afecte mi malestar.
- Debo rendir tanto como sea capaz para conseguir lo que quiero.
- A la hora de pedir algo, es posible que siente mal o que no me lo quieran dar. Por eso es mejor callarse y no tener problemas.
Ideas asociadas a la exigencia hacia los demás:
- Como a mi me cuesta mucho decir lo que necesito, los demás deberían darse cuenta y dármelo antes de que se lo pida.
- Como es muy incómodo sentirme mal, se me tiene que pasar inmediatamente.
- Deben entender lo que quiero sin pedirlo.
- Como existen normas que todos conocemos, los que no las cumplen es por fastidiar.
- Si alguien puede reírse de mi hay que apartarlo inmediatamente de mi vida.
- Porque quiero algo muchísimo debo tenerlo.
- Con la suficiente presión los demás acabarán cambiando.
- “Si me quisieras volverías antes”, “Si me quisieras me ayudarías con esto”.”Si fueras un verdadero amigo, te interesarías por mis problemas”.
- La gente que te hiere o te causa dolor debe ser castigada
Dos personalidades bastante opuestas como son la victimista y la controladora, pueden acabar utilizando la misma estrategia para relacionarse socialmente: esperar a que sean los demás los que cambien para poder sentirse bien. Uno desde una actitud en donde se espera que el otro entienda una necesidad o un malestar y que cambie para que desaparezca, y el otro desde la imposición, la crítica y la acumulación de argumentos por medio de los cuales los demás deberían actuar de manera diferente. No está de más preguntarse entonces ¿Trasmito lo que quiero a las personas que me rodean?.
Opciones para aprender a comprometerse con lo que uno siente
Hacer cualquier cosa es igual a lo que nos favorece hacerlo, menos lo que nos frena hacerlo (C=Fa-Fr). Asignemos un teórico valor de cero a 100 a lo que nos favorece y nos frena a hacer algo, podremos ser honestos con nuestros frenos y nuestras motivaciones reales. Si identificamos correctamente lo que suma y lo que resta, podremos buscar y encontrar soluciones estables y duraderas que nos ayuden a alcanzar nuestras metas. Si para superar un freno, lo que hacemos es solo enfadarnos con nosotros mismos, posiblemente mientras dure el enfado o la culpa haremos lo que nos proponemos, pero ¿por cuánto tiempo?
Podemos usar esta fórmula para analizar porque las personas que nos rodean actúan como lo hacen. Cuando nos molesta el comportamiento de otras personas podemos bloquearnos y enfadarnos de manera descontrolada. Si no somos capaces de entender qué variables determinan el comportamiento del otro, nos centraremos en mostrar nuestro malestar como único modo de influir para que cambie. El problema es que nuestro malestar puede no ser una variable suficientemente valiosa como para cambiar completamente la fórmula del otro.
Nos podemos llenar de argumentos de justicia o injusticia que nos potencie el enfado, pero es posible que el cambio sea sólo temporal y cíclicamente se pase del enfado a la calma debido a no haber entendido donde había que potenciar los cambios es su fórmula. Puede pasar incluso que no se puedan hacer cambios porque la otra persona no nos deja ningún espacio para influir en ella. En esos casos, cuanto antes uno se dé cuenta antes lo aceptará o se distanciará de esa persona.
Frases que pueden ayudar a afrontar las adversidades
Estas frases que provienen de lo que llamamos los psicólogos, derechos humanos básicos, potencian el que cada persona se responsabilice de su emoción y busque su solución:
- A veces tengo derecho a anteponerme a los demás
- Tengo derecho a… equivocarme
- Ser el último que juzgue mis sentimientos y a aceptar que son legítimos.
- Tener mis propias opiniones e ideas.
- Cambiar de opinión o a cambiar la forma de actuar.
- Quejarme de cualquier trato o crítica que haga que me sienta mal.
- Interrumpir para pedir que me aclaren las dudas
- Negociar para cambiar.
- Pedir ayuda y apoyo moral
- Expresar y a sentir el dolor.
- Ignorar las advertencias de los demás.
- No tener que justificarme ante los demás.
- Que se me reconozcan mis trabajos y mis logros.
- Decir no. Tengo derecho a decidir si satisfago las expectativas de otras personas o si me comporto siguiendo mis intereses.
- Estar solo aunque a los demás les guste mi compañía.
- No responsabilizarme de los problemas de los demás.
- No tener que anticiparme a las necesidades y los deseos de los demás.
- Detenerme y pensar antes de actuar, y Tengo derecho a elegir no responder a una situación
- Escoger no comportarme de manera asertiva.
- Hacer menos de lo que humanamente soy capaz de hacer
- Pedir lo que quiero (dándome cuenta de que la otra persona tiene el derecho a decir no).
- “Cuando viene algo, yo puedo decir sí o no… yo elijo”
- “No tengo que cambiar a nadie”
Asumir y actuar con arreglo a estas frases hace que sea más fácil hacer frente a lo que uno siente y que busque soluciones dentro de lo que depende de uno mismo. De esta manera no se delega en los demás. No se culpa al otro de no adelantarse a mi necesidad, o de haber preguntado algo que no debía, o de que no me preguntó por mi malestar.
Es uno mismo quien expresa lo que siente, o pide ayuda, o no se justifica, o afronta el ser juzgado de un modo injusto al defender una necesidad. Lo malo es que afrontar de este modo las adversidades o malestares en general conlleva mucho más esfuerzo, además de que así hay que afrontar más conflictos directos. Este tema está muy bien explicado en el artículo que habla sobre la opinión de los demás y la gestión de las etiquetas negativas. Muy recomendable leerlo también.
Situaciones relacionadas con asumir nuestras emociones
Muchas situaciones cotidianas en la vida de cualquier persona pueden tener relación con este artículo: “me ha dejado mi novia”, “mi hijo tiene un comportamiento que no me gusta”, “me avergüenzo de mi pareja”, “no me suben el sueldo”, “tengo ansiedad y no puedo hacer cosas sola”…
Fernando Azor es director de azor & asociados.
Fernando lleva años explicando sin tecnicismos las ideas y conceptos que fundamentan la psicología actual. Hace que que la psicología sea fácil y accesible. Ofrece tareas, consejos y conocimientos de psicología que puede usarse para resolver problemas de la vida diaria. El propio Colegio oficial de psicólogos de Madrid, le otorgó un reconocimiento por su labor divulgativa de la psicología clínica en diferentes medios de comunicación. Puedes ver muchos videos divulgativos en el perfil de TikTok